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marioojeda

Acerca de las herramientas

 

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A nadie le llama la atención que, por ejemplo, si uno llama a un electricista para que venga a repararle algo a su casa, el tipo se aparezca con un maletín lleno de herramientas. Lo mismo va para un fontanero, por ejemplo, que en Argentina llamamos “plomero”.

Esto ocurre también con el músico. Es decir, no alcanza con una guitarra. O una guitarra española, una birome (o un bolígrafo), y un papel. No. Eso puede servir para irte un fin de semana a cualquier rincón olvidado del mundo, a escribir las canciones de tu próximo disco. Pero no para trabajar.

No suena igual una guitarra acústica con cuerdas de acero, que una guitarra flamenca, o una guitarra de 12 cuerdas, que una tradicional guitarra española, sea ésta con previo para amplificar o no. Lo mismo ocurre con la guitarra eléctrica: no es lo mismo una guitarra maciza con micrófonos de bobina simple (la Stratocaster de toda la vida, digamos), que una guitarra con dos micrófonos de doble bobina. O la misma guitarra maciza, pero con micrófonos de bobina simple. O una guitarra semi sólida, de caja ancha, como las que se usan, entre otras cosas, para tocar jazz. No es lo mismo el sonido de una guitarra acústica de tapa plana, que la misma guitarra acústica con una gran caja, las que llaman de “gran concierto”.

O una guitarra eléctrica conectada a un amplificador Marshall inglés por poner un ejemplo, que a un cálido”Fender Twin” valvular. No. Cada cosa tiene su razón de ser, su sello, su propia personalidad, y seguramente también, un momento específico para ser utilizada.

Sin embargo, a menudo me preguntan “¿para qué quieres comprarte otra guitarra, si ya tienes varias?...” ¡Porque las necesito! ¡Y porque se me da la gana también, que joder! ¿A quien molesto con eso?

Igual, que las compre o las use, no significa que deba pasarme todo el tiempo hablando de ello. Ese es el gran problema con la mayoría de los músicos que he conocido. La mayoría, sobre todo si tocan rock, se la pasan hablando de los equipos, en vez de hablar de la canción, o del mensaje que deberían intentar trasmitir como obreros de la música.

Muchas veces, también, se te aparecen con unas pretensiones de divo insoportable, olvidándose, una vez mas, que básicamente ser músico es un oficio como cualquier otro.

Así también, los productores, dueños de un bar, o técnicos o concejales de cultura de cualquier ayuntamiento que nos contratan, a veces pretenden ser más importantes que el propio músico, ¿pero porqué no se van a cagar?

Es tan simple eso del respeto, de respetar el oficio de los demás, de valorarlo, que muchas veces uno tiene la sensación de estar tratando con gente que vive en otro planeta, que no tiene la menor idea de lo que está hablando.

Hay excepciones, claro está, pero que en el fondo no hacen mas que justificar la regla.

Esto también ocurre, ojo, con muchos músicos. El viejo chiste según el cual “para lograr que un pianista deje de tocar entre tema y tema, o toque menos, lo que tienes que hacer ¡es quitarle la partitura!...”,  es absolutamente cierto. ¿O para que el guitarrista toque menos? ¡Ponerle una partitura!, que es lo mismo, pero al revés.

¿Y los cantautores? Ay, esos tipos que se la pasan media hora explicando las razones que lo impulsaron a escribir la próxima canción que va a cantar, luego la canta, y luego pregunta “¿si le había salido bien?”. Pero tío, es tu oficio, deberías saber cuando la canción que hiciste ha salido bien. Debería salirte siempre bien, en verdad, sino, ¿para qué la hiciste?

Y en eso de darse mas importancia de la que en verdad tienen determinadas cosas, otra vez, ¿a quién le importa? No es verdad, man, no es cierto que a la gente le preocupe todo lo que hiciste, si estudiaste mucho o poco para llegar adónde estás, eso no te da derecho a reclamar nada. Uno tiene que subir, hacer su mierda, luego tomarse una cerveza, y luego marcharse a su casa, luego de cobrar, obvio, si es eso posible. Y no tener tantas pretensiones de “catering”, de “rider técnico”, ni las bolas de “cambicha”, como decimos en mis pagos, porque todo eso no conduce a nada, salvo a hacerte quedar como un perfecto imbécil la mayoría de las veces.

La transición inconsciente que me llevó de “pretender tocar la guitarra todo el día”, como dice esa canción de los “Auténticos Decadentes”, a ejercer muchas veces de productor, suele enfrentarme cotidianamente a ese tipo de reclamos absurdos. Mucho reclamo para, al final, no tocar una mierda, u olvidarse la púa o un cable, en el caso de los guitarristas, o no tener una caja de inyección, para salir por línea –en el caso de los bajistas-, o de no tener un alargue o un transformador para alimentar el piano –en el caso de los pianistas o tecladistas-, y demás pelotudeces por el estilo.

¡Guau! ¿Y los que tocan bien? ¡Esos muchas veces son los peores! Porque no tocan para la gente, no, tocan para que otros músicos admiren su virtuosismo, o cómo brilla la última guitarra, bajo o teclado que se han comprado! Otra vez, ¿porqué no se van a cagar? ¿No se dan cuenta de que a nadie le importa? ¿De que Doña Rosa, la persona común, esa que compra o escucha sus discos mientras lava los platos, no tiene la menor idea de la diferencia entre un Rodhes o un piano acústico normal? ¿Qué le da lo mismo si es un M1, un “Triton” o un “Kursweill”? ¿Que la gente no sabe nada de bits, de “rangos de conversión analógica digital”, de megahercios ni gigas ni de la concha de la lora? ¿Qué tampoco saben nada de “line arrays”, ni de mangueras ni “subwoofers”? Ni mucho menos de”rango dinámico” –bueno, esto la mayoría de los músicos, especialmente los guitarristas, deberían saberlo, pero no-, así que todo es mas o menos lo mismo.

Que lo que realmente cuenta es la canción. Que “la canción es la semilla, lo que origina todo”, como me dijera allá por 1983, muy sabiamente, mi querido Osvaldo Fattorusso.

Pero la corto acá por hoy. Quizás simplemente me levanté de “mala hostia”, como dicen los granadinos.

Hasta otra vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 25/2/2009.

 

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