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marioojeda

En foco

En foco

Demasiadas ideas en la cabeza no siempre es una manera conducente de llevarlas hacia algún lado. Quiero decir: siempre es mejor tener un par de ideas realizables, metas cortas, que le dicen, y poder llevarlas a cabo. Y luego proponerse otras, y así.

Sobre todo para la salud mental de cada uno, y lo digo por experiencia.

Hablando por hablar, uno puede hablar de tantas cosas, por cierto. Basta con darle dos o tres cervezas de más a algún amigo en un asado, y van a ver como el tipo en diez minutos te arregla el mundo. Despues, se va a dormir la siesta. Y cuando se levanta, ¡ni se acuerda de lo que dijo!

Con muchos músicos, o artistas, pasa exactamente lo mismo: suelen borrar con el codo lo que escribieron antes con la mano o, simplemente, se olvidan o pasan olímpicamente de lo que antes afirmaron. “Tan humano como la contradicción”, como cantaba hace tiempo Alejandro Lerner. Y sí, que quieren que les diga.

Además, suelo repetirlo, pero quiero dejarlo claro una vez más: al 99 por cierto de la gente, no le importa el arte. Lo que la gente común quiere, o querría, en cualquier caso, es tener un trabajo en su ciudad, con un sueldo digno, que le alcance para comer, vestirse, pagar la hipoteca, mantener un coche (y cambiarlo cada cuatro o cinco años, cosa de no descapitalizarce demasiado), que ese sueldo le alcance para ir de vacaciones una vez por año, salir a comer afuera una o dos veces por mes, ir al cine cada tanto, poder vestirse y vestir a, y pagar la educación de sus hijos, y tener un televisor de pantalla plana lo suficientemente grande para ver bien el fútbol los domingos.O ahora los partidos del mundial. Punto pelota. No hay más.

Al uno por ciento restante, que ya es un montón de gente (ejemplo: en una localidad de 10.000 habitantes, que no es mucho, habría –por seguir con este razonamiento-, algo asi como ¡100 artistas! ¿No es mucho para un pueblo tan pequeño?)

Así las cosas, imaginen una ciudad como Granada, con sus aproximadamente 700.000 habitantes sumando los pueblos del cinturón… podríamos afirmar sin dudar que hay mas de ¡7000 artistas! Insisto: ¿no es mucho para una ciudad relativamente pequeña y provinciana como Granada?

Ok, no todos son músicos. Pero digamos que, de esos "artistas", uno de cada diez, son músicos. Seguimos. Entre siete mil, son ¡700 músicos! Va la pregunta otra vez: ¿no son muchos músicos para una ciudad de no más de 700.000 habitantes?

Y además, que son todos buenos claro. Bueno, si quieren, sigamos con la regla del 10%: ¡son buenos o muy buenos unos setenta! Los otros arriman, pero… ¿y que hay del resto?

Pues, el resto, como norma, se mira el ombligo como los demás. Es decir: al que hace teatro, generalmente sólo le importa el teatro. En raras ocasiones vas a verlo pasearse por una exposición de cuadros, o acercarse a algún concierto. Pero hay algo peor: si lo ves, ¡fue invitado! ¡Todos son invitados! O al menos: ¡la gran mayoría son invitados!... ¿quien paga la entrada entonces? ¿Cómo hace el artista que presenta su obra para subsistir, sino es financiado por alguna fundación, o contratado (tarde, mal o nunca) por alguna institución? Lo mismo ocurre con el escultor: generalmente, sólo se relaciona con escultores. Lo mismo el poeta, lo mismo el concertista de música clásica, lo mismo los cantautores con otros cantautores, lo mismo un rockero indie con otros rockeros indies…

¿Y el público? Ya sabemos que la gente consume lo que le dan, es decir, lo que escucha por la radio o ve por la televisión, ¿cierto?  Por eso es mucho más popular un Leo Messi o una artista cualquiera del corazón, por lo menos acá en España, que cualquier otro laburante de su arte.

Y así la rueda sigue girando porque, además, no se lo cuenten a nadie: siempre sigue girando. Siempre seguirá girando. La vida es así. Todos los días nace y muere gente. Nadie está a salvo de entrar en esas estadísticas.

Entonces, ¿Qué queda para los que aspiran –aspiramos- a vivir del arte? Bueno, básicamente, deberían –deberíamos- disfrutar del camino. Sencillamente, porque puede hacerlo uno de cada mil. Quizás, uno de cada diez mil. Casi, casi, por decirlo de algún modo, como ganarse la lotería. Bastante improbable, digamos. O llegas (o parece que llegas), y siempre pasa algo que vuelve a dejarte afuera del círculo. ¿Y entonces? A empezar de nuevo, o dejarte de joder, buscarte un trabajo “estable” –como el 99% de la gente restante-, y hacer arte en tus ratos libres, como un hobby, nada más.

Que es precisamente eso lo que le termina ocurriendo a la gran mayoría sino, ¿de que vivirían muchos músicos, algunos muy, muy conocidos y reputados acá en Granada, por ejemplo, si sus reespectivas mujeres no fueran funcionarias, o ellos mismos no tuvieran que ganarse el pan dando clases de guitarra en forma particular, siendo profesores de conservatorio, empleados en comercios de informática, o siendo ellos mismos funcionarios, y dedicándose a la música un par de días a la semana para ensayar, y dedicarse a tocar – les paguen o no- los fines de semana? Vale, partiendo de la base de que todo aquel que cobra por tocar, aunque sea una vez al año, puede definirse como “profesional”, todos los que tocamos y cobramos –tarde, mal  y nunca, insisto-, varias veces al año, si tenemos la suerte de ser contratados por algún pub o algunos ayuntamientos-, pues ya somos “profesionales”, y con eso pareciera que, en los tiempos actuales, deberíamos conformarnos. Y de nada sirve llorar sobre la leche derramada: es lo que hay, como dicen por acá. Pero,  ¿alcanza? Claro que no alcanza. Ni en pedo alcanza.

Pero la misma precariedad laboral que tienen los músicos, la tienen los escritores –la mayoría de ellos tambien funcionarios o profesores de academia o facultad-, en el mejor de los casos. Y los escultores, y los pintores, y los ceramistas, etc., etc., etc.

Lo que decíamos al principio. A nadie le importa. Y a los políticos, que además de “ofrecerle cultura a la gente”, deberían ocuparse por dar trabajo a esos mismos artistas, es a quienes menos les importa. Total, cobran igual. Programen actividades o no.

El colmo de esta paradoja, me ocurrió ayer nomás, durante una visita a una tecnica de cultura de un ayuntamiento de la costa del sol. Despues de mostrarle el catálogo de la agencia en donde trabajo, contándole de los muchos proyectos artísticos que llevamos, me dijo, muy suelta: “Vale, vamos seguramente a empezar a trabajar. Seguramente a partir de septiembre, empezaremos a contratarles cosas. Eso si, quisiera aclararte que no tenemos plazos de pago…” “Bueno, no importa”, le respondí, si me dices que vas a pagarme a los 30, 60 o 90 días, nosotros nos ordenamos y nos arreglamos hasta el momento de cobrar…” “No, insistió. “No puedo darte fechas de pago…”

Y a mi me dieron ganas de decirle: “Ah, claro, porque Uds. trabajan a sueldo, pero el ayuntamiento no puede decirles cuando les va a pagar, ¿verdad?...”

Pero era meter el dedo en la llaga, y ganarme un enemigo más, y la verdad, ¿saben que?: ya no tengo ganas.

Perdón por la tristeza.

 

© Mario Ojeda, Granada, 13/6/2010

 

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