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marioojeda

Acerca de las aspiraciones

Acerca de las aspiraciones

En ésta especie de “pequeño manuel ilustrado del músico indie”, que pareciera estar escribiendo cada día con mis crónicas, siempre me queda la duda de si estoy haciéndolo bien. Entiéndase: no porque yo no piense que esté bien, sino de si es conducente, de si realmente vale la pena. Sigo pensado que sí, en cualquier caso. Y por eso lo hago.

Pero no porque esté buscando un reconocimiento tácito. O la fama. Ya no. Me alcanzaría con saber que éstas líneas le interesan a alguien. A veces que me escriben amigos diciéndome “no estaba de acuerdo con vos en tal cosa que escribiste, y pensé en mandarte un mail, pero al final, entre una cosa y otra no lo hice…” Mal hecho, amigos, todo es debatible. Esto que escribo por supuesto que también. No tengo la verdad absoluta. Sólo voy escribiendo mis verdades, que es muy distinto. Y pensar distinto no significa enfrentarse. Podemos aspirar a mejor pensando de distinta manera. Se puede constuir desde el debate. Sigo creyendo firmemente que la música debe hablarse, escribirse, debatirse, porque eso nos hará mejor personas cada vez. Ni más ni menos.

Mi novia suele decirme que no escucho mucha música. Es verdad. Sólo lo hago cuando escribo crónicas como ésta. Ahora mismo está sonando John Fogerty, con su “Blue Ridge Rangers”, el disco original, el primero, el que grabó íntegramente solo, tocando todos los instrumentos, cuando se desbandaron los Creedence, allá por 1973. Quizás sea un error. Es decir, debería escuchar música mas actual, contemporánea, digo. Ya pueden empezar a regalarme discos. Pero es lo que me gusta, no puedo cambiar eso. Cuando quiero escuchar algo, escucho el original. Escucho a Zeppelin, a los Who, a los Creedence, a Los Beatles, hace un rato escuchaba a los Cream, hay tanta buena música para escuchar, que realmente no alcanza el tiempo material para hacerlo. También me gusta leer, aunque no lo parezca. Terminé hace poco “Los funerales de Castro”, un mas que interesante libro de Vicente Fortín, corresponsal en La Habana del diario español “El País”, desde el 2005 a marzo del 2009. Antes leí también, porque me lo debía, “Cien años de soledad”, del Gabo García Márquez. Estaba fumado cuando lo escribió, no tengo dudas. Sólo así se le puede ocurrir semejante historia, con tantos Aurelianos Buen Día de por medio. Zitto Segovia me preguntó una vez, allá por 1987, mientras íbamos caminando a casa de Carlos Barocela, en Gesell, porque quería conocerlo, así que se lo presenté. Me dijo “¿Leíste “Cien años de Soledad”, Marito?...¡es Resistencia, chamigo!Tenés que leerlo…” Así que me lo debía. Tenía razón Zitto, en parte. Aunque la universidalidad del cuento de García Márquez podría aplicarse también a cualquier ciudad del mundo. La Habana misma, ¿por qué no? “Hay ciudades, como Roma, en donde la historia es testiga del paso del hombre. Y otras, como La Habana, donde el hombre puede ser testigo del paso de la historia sobre el hombre…” Lapidario, aunque, ya sabe, “no es que sea triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, como cantaba Serrat.

Pero volvamos a la música. A veces pienso también que, en muchos casos, uno puede ver claramente el paso de la historia sobre algunos hombres. “Las cosas tiene movimiento”, siempre, como cantaba Bob Dylan. Y uno no puede quejarse de las cosas que dejó de hacer. Nunca deberíamos olvidar que, lo que sufrimos o disfrutamos hoy, lo escribimos, preparamos el terreno años antes con nuestros propios actos. Aunque a veces quedemos a contramano de la historia, y la misma nos pase por encima, sin que nos demos cuenta.

A lo que voy: las cosas no ocurren porque sí. Si hago un viaje cualquiera, por ejemplo, es porque antes estuve ahorrando un cierto tiempo para hacerlo. O porque me pagaron tres o cuatro conciertos juntos, digamos, pero en general es al revés. Es decir, uno debe proyectarse. Vivir el hoy, pensando al menos tangencialmente en el futuro. Porque, además, como me decía alguna vez mi amigo José, en Londres, “nosotros ya estamos amortizados, Mario… Lo que hagamos de acá en mas es para nuestros hijos, no ya para nosotros”

Y es verdad. No voy a volverme millonario a ésta altura, mas aún, considerando que no compro billetes de lotería. Así que se trata de ir poniéndose metas cortas y tratar de cumplirlas, por pequeñas que éstas sean. Una vez cumplidas, proponerse otras. Para los músicos, armar un proyecto. Grabarlo, registrarlo en vídeo, moverlo, moverlo y moverlo. Pero, sobre todo, mantenerlo. Que siempre es al fin y al cabo lo mas difícil. Puedo citar inumerables grupos que no pudieron mantenerse. Muchos colegas que dejaron la música hace ya muchos años. Y esto, ya se sabe, es una carrera de fondo, una maratón, no un sprint de velocidad. Y la carrera es con uno mismo, en cualquier caso.

A diferencia de los deportistas, por ejemplo, cuya vida en activo puede limitarse a diez, quizás doce o quince años, los tipos que se dedican al arte pueden mejorar con el tiempo. Y seguir haciendo cosas artísticas hasta el último día. Aunque estén achacados, pelados y con panza, siempre van a poder sostener un pincel, una paleta de pintor, o un cincel para tallar la madera. Mi abuelo lo hacía, lo hizo hasta el último momento. Luego, lo mismo aspiro para mi.

Así que ya saben: van a tener que soportarme un largo tiempo más, porque, al fin y al cabo, esto, lo que haga, es lo que me va a trascender.

Están avisados. Hasta otra vez.

© Mario Ojeda, Granada, 19/12/2009

 

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