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marioojeda

Produciendo parte 7

Produciendo parte 7

 

Decía siempre mi viejo que hay cosas que, cuando pasan, son irreversibles, y que no vale la pena tratar de cambiarlas porque, sencillamente, no se van a modificar. Lo que pasó, pasó, digamos.

Y esto ocurre en todos los órdenes de la vida. De nada sirve llorar sobre la leche derramada. Criado en ese convencimiento (y racionalidad), no suelen asaltarme dudas del tipo “si hubiera hecho tal cosa, quizás…  No. Quizás nada. Y no porque hice otras, asi que, ¿para que gastar energía y tiempo pensando en “lo que podría haber ocurrido si…”

Viene esto a colación, en primera instancia, por una charla telefónica que tuve con mi hija hace unos días. Ella me decía: “No quiero un trabajo normal. Quiero un trabajo de medio día, que me deje las tardes libres para ensayar…” “Claro, Marian…”, le respondí. “Y yo quiero ganar la lotería, para producir en serio. El problema es que no juego nunca. Entonces, si ya de por sí, aspirar a ganar la lotería es una posibilidad en diez millones, si encima no juego, menos posibilidades tengo…” Lo que quiero decir, concretamente, es que a nadie le gusta trabajar. De hecho, si el trabajo fuera algo lindo de hacer, no te pagarían por hacerlo. Pero el secreto está en tratar, al menos, de trabajar en lo que a uno le gusta, con lo cual, sencillamente, deja de ser un trabajo. Aunque te sigan pagando por hacerlo.

Y porque, trabajando, tenes de que vivir. Así de sencillo. Llevo ya 30 años en la música, o mejor dicho, treinta años tratando de profesionalizarme con la música, y vivir exclusivamente de ello. Y aún lo consigo, aunque me divierta muchísimo. Al fin de cuentas, los que logran vivir exclusivamente de la música, son algunos afortunados a quienes, más o menos, les tocó la lotería. Y no siempre les queda dinero para ello.

Como cantaba Moris en “De nada sirve”, he conocido a lo largo de todos estos años un montón de gente que “ha sido famosa, ha vendido 30.000 discos, ha firmado autógrafos…”, y hoy vive de manejar un taxi, o tiene una verdulería. Y no es que esto este mal: siempre es mejor trabajar que robar, que esto deberían saberlo nuestros políticos. Pero, precisamente, quienes dicen “vivir” de la música, son, en su mayoría, empleados municipales o afortunados herederos de alguna fortuna familiar, que han podido independizarse, poner un negocio y tener empleados que trabajen por ellos, con lo cual, tienen tiempo para dedicarse a la música. O, como decía, son empleados municipales, funcionarios, como les llaman en España, que trabajan de 8 a 15, de lunes a viernes, disfrutando los fines de semana libres, mas feriados, festivos, aguinaldos, vacaciones y demás, y tienen las tardes libres para ensayar y trabajar en y con la música. Pero no viven de ella, por más que te lo cuenten así. O “tienen una mujer a sueldo”, como recomendaba Javier Krahe a cualquier músico o aspirante a serlo, “para la epoca de vacas flojas…”, en sus propias palabras. Que, en el caso de un músico, ¡es el 99 por ciento del tiempo!

Ojo, no los estoy criticando. Esto pretende ser un análisis racional, nada más.

Ocurre lo mismo con los músicos que uno va conociendo por el camino. Algunos son mas conocidos, otros menos. Pero nadie, ninguno, “never in the fucking life”, viene a decirte “che, ¿tienes para pagar el alquiler? ¿Quieres que te preste dinero? ¿Tienes para comprarle leche o pañales a tus hijos?...” No, ninguno. Quizás puedan invitarte a compartir “sus quince minutos de gloria”, invitándote a cantar un par de canciones en algún concierto. Gratis, claro. Que bastante que te invitan. ¡Pero los que cobran son ellos!

Y esto no debería sorprendernos. Por eso no me caen nada bien esas reuniones de supuesta camadería entre “viejos compañeros de curso”. O esas reuniones por “los 25 años de la promoción tal de tal colegio…” En 25 años no fueron capaces de escribirte una puta carta o un miserable mail, y despues andan “emocionados e ilusionados” por reencontrase con sus viejos compañeros. No. Con quienes uno tenía onda, digamos, suele estar conectado. Yo mismo, por poner un ejemplo, sigo visitando y carteándome, o maileándome (acabo de inventarme los verbos), o encontrándome a comer con viejos amigos. Algunos de ellos, ¡viejos compañeros desde la escuela primaria! Pero son contados con los dedos: son las excepciones que confirman la regla, digamos. Y digámoslo claramente de una vez: si uno no suele mantener contacto con gente con la cual compartiste 5 o 6 años de los años mas importantes –en lo formativo- de tu vida, ¿Por qué catzo iban a darte bola tipos –músicos o no-, que fuiste conociendo a lo largo de tu andadura en este circo?

“Cada uno se rasca donde le pica”, digamos, y esto lo aprendí de muy joven. Entonces, volviendo al tema que nos compete, la sola posibilidad de encontrar camadería real con pares músicos, ya es una idea bastante improbable. Demasiado ego, diríamos. Ya eso es un impedimento para confraternizar de verdad. Y no está mal ni bien: así son las cosas. Irreversibles, digamos. Lo cual no implica que uno no pueda intentar hacerlo. O que a veces, incluso, logre tener una comunicación de amistad real y sincera con gente que está en tu mismo oficio. Si eso ocure, ¡bendito seas! Te has sabido rodear de buena gente.

Años atrás, recuerdo decirle a un compañero en Los Trovamundos, mi grupo actual, por citar un ejemplo, que muchas de las discusiones y cruces de acusaciones mutuas entre colegas cantautores, acá en Granada, se debía básicamente a dos cosas: la juventud –por no decir la inmadurez- de algunos de ellos, por un lado, y, por otro, porque no había muchos lugares donde tocar. “Si en vez de haber dos bares en Granada donde tocar, hubiera 15 o 20, no habría ningún problema. Todos tocarían en todos lados todos cobrarían mas o menso lo mismo, y todos estarían contentos por igual…” Pero, se sabe, las cosas no son así. Ni acá, ni en la Argentina, ni en ningún lado. Dicen que en los USA sí, cosa bastante lógica en un país de 300 millones de habitantes, unidos por los mismos lazos culturales, el mismo idioma, con poder adquisitivo, y vocación de consumo. Dicen, porque yo no conozco Estados Unidos, y ya estoy mayor para intentar irme a vivir allí. Así las cosas, uno debe bailar con la que le toca.

Hablar (y cantar), sobre las cosas que a uno le queman. “Si no hablo de mí, ¿de quien voy a hablar?...”, como decía alguna vez Javier Martínez, el legendario baterista de Manal. “Pintar tu aldea”, digamos. Porque eso es lo que tienes a mano, no hay otra. “Hacerlo lo mejor posible con lo que tienes”, como decía alguna vez B.B. King.

Y si tienes que trabajar de otra cosa y dormir poco para mantener el sueño vivo, tendrás que hacerlo así, amigo, que no hay otra.

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 5/8/2010

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