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marioojeda

Acerca de los oficios -otra vez-

Acerca de los oficios -otra vez-

El problema con oficios como la música o la actuación, por ejemplo, es que la gente suele ver los mismos, normalmente, como cosas fáciles de desarrollar. Es decir, nadie se compadece de un artista. Digamoslo de otro modo. De un minero, por ejemplo, pueden decir –y con mucha razón, ojo-: “pucha, que oficio de mierda… estar todo el día picando piedras, o tragándote el carbón…”, o lo que fuese. De un albañil, por ejemplo, la gente suele decir “¿ves lo que pasa por no haber estudiado? El pobre hombre tienen que estar todo el día trabajando al rayo del sol, en verano, o sufriendo el viento y el frío en invierno…” Y tienen razón, que duda cabe.

Pero ocurre que el hombre no elige el oficio. Es exactamente al revés: es el oficio quien elige a uno.

A veces es un hecho fortuito lo que define esa –si se quiere- mutua elección. Otras, ni siquiera se da lugar a eso.

En el caso de los músicos, por ejemplo, es común que la gente te diga: “que vida te das, ¿no? Se la pasan tocando, viajando, conociendo gente, lugares… ¡y encima te pagan!...”

No quiero justificarmen, ni mucho menos, pero me gustaría analizar la frase anterior, desmenuzándola.

Empezemos desde el final: “… ¡y encima te pagan!” Bien. Aunque lo he dicho cientos de veces, este un oficio como cualquier otro: me tienen que pagar. Otra cosa es que lo hagan. O que lo hagan en tiempo y forma. Porque muchas veces, cobras un concierto a los seis meses, como si fuera algo normal. Y si te quejas, no te contratan mas, con lo cual se convierte en la historia de huevo y la gallina.

Respecto a los viajes, es cierto: uno viaja, y conoce lugares, y gente. Pero la verdad de la milanesa, es que sería mucho mas descansado no tener que viajar tanto, sino poder armarte un circuito de actuaciones en 60 o 100 kilómetros a la redonda, y no tener que viajar tantas horas. Simplemente ir, tocar, y regresar a tu casa a dormir después de cada concierto. Pero esto no ocurre así. “Nadie es profeta en su tierra”.

O la frase “¡que va a ser músico ese, si vive a la vuelta de mi casa!...”. Entonces, tienes que buscarte conciertos en dónde éstos salgan, y generalmente salen lejos, y hay que aguantarse.

Y está bueno conocer lugares y gente, pero, por carácter transitivo, si uno pudiera estar tocando constantemente cerca de su lugar de origen, podría ganar su dinero dignamente tocando –es un oficio, al fin y al cabo-, y ahorrar un dinero, y luego viajar y conocer lugares y gente simplemente de vacaciones, sin urgencias ni problemas de horarios, viajando solamente por el placer de viajar.

Y respecto al lo “trabajoso” o no del oficio, nadie se preocupa cuando uno empieza, y no tiene instrumentos, y sufre por no tener medios para trabajar, o porque no puede comprarse una guitarra digna, por ejemplo, que afine bien, y se las arregla con lo que puede. Y sufre porque su guitarra no afina, pongamos por caso, pero nadie se preocupa por esto. Solamente alguien que ha pasado por eso sabe cuánto se sufre cuando te ocurre algo así. O no tienes un miserable amplificador para escucharte bien.O tienes que tocar sin retorno, y no te escuchas. O tocas en bares de mala muerte por dos duros, pero “es parte del aprendizaje”, como si no fuera mucho mejor poder, desde un principio, tocar en auditorios bonitos, con un buen sonido, habiendo ensayado en una sala acondicionada a tal efecto, y no en el garage de la casa de alguno de los músicos, transpirando como locos en verano, o tiritando de frío en invierno porque, como nadie te conocee y no tienes suficientes conciertos, no puedes pagar el alquiler de una sala de ensayos.

Es lo mismo con los demos o maquetas. Te piden un disco porque “quieren escuchar lo que haces”, y le llevas un CD, grabado malamente en tu lugar de ensayo, y claro, no suena demasiado bien, porque no está grabado en un estudio como la gente, pero eso pareciera que a nadie le importa. Y la sumatoria  de todos éstos factores es lo realmente “trabajoso” del asunto, lo sacrificado, por decirlo de alguna manera: tener que mantenerte en la brecha y defender el oficio de músico (o de productor, o de pintor, o lo que fuera), pase lo que pase, le pese a quien le pese, y si al final, o en algún momento, puedes disfrutarlo realmente, y ganar dinero con ello, resulta que no deberías hacerlo, porque, al fin y al cabo, pareciera que no es un trabajo como cualquier otro.

Lo he dicho muchas veces: solamente los que triunfan son creíbles. Si sos un músico exitoso, y ganas dinero, entonces está bien. Has justificado, pareciera, tu razón de ser. A nadie le resulta extraño que un tipo cualquiera, que trabaja en un banco, por ejemplo, tenga un buen pasar. “Bueno, el estudió para eso, entonces está bien, se lo merece…” Ah, claro, porque el artista no, se pasó años rascándose los huevos a dos manos y haciendo “una música estridente”, entonces, si no tiene trabajo, o si no puede vivir de su oficio, “el se la buscó, se hubiera buscado un trabajo digno…”

Cuando un empleado bancario se queda sin trabajo, el comentario es: “Pobre, se quedó sin trabajo, con lo difícil que está la situación laboral…” En cambio, si un músico se queda sin trabajo, no pasa nada. A lo sumo, otra vez, el comentario despectivo: “bueno, hubiera estudiado algo mejor, ¿desde cuándo se puede vivir de tocar la guitarra?...”

La verdad verdadera, a mí este tipo de discusiones ya me tienen harto. Han dejado de importarme, por decirlo suavemente. Nunca tuve detrás ni un padrino, ni un partido político, ni un gobierno, ni una disquera multinacional apoyándome. Soy lo que soy, nada más. Lo que he podido ser, ni más ni menos. Solamente un tipo que escribe canciones y toca la guitarra. Eso. Punto. No quiero –nunca quise ni pretendí- ser otra cosa.

Lo bueno de éstos tiempos globalizados, valga la paradoja, es que puedes estudiar cualquier cosa, y morirte de hambre igual. La miseria nos iguala, digamos. Por eso ya nadie se asusta cuando “el nene no quiere estudiar, quiere ser actor…” ¿Y cuál es el problema? Se cagará de hambre seguro, y probablemente no tenga un éxito económico destacable, pero al menos va a ser feliz haciendo lo que le gusta, lo que quería hacer.

He visto mil ejemplos en mi vida de gente que “tenía todo para llevar una vida digna” –como si el oficio de artista no fuese algo digno en sí mismo-,  y “no tuvo suerte, el pobre. Mirá que trabajó, ¿eh?, pero no tuvo suerte…” No sólo es cuestion de suerte, señora, señor. Hay mil variables dentro de la misma ecuación.

Ocurre lo mismo, lo he dicho mil veces ya, que con los futbolistas. Por cada uno que llega y se vuelve millonario pateando una pelota, hay cientos de miles que nunca llegan a nada.

En ese sentido, el artista tiene la ventaja de que el oficio no envejece. Quiero decir, puedes pasar de jubilarte. Puedes trabajar en lo tuyo mientras el cuerpo aguante. Un deportista, en cambio, tiene una vida útil limitada. Después –y ese despues suelen ser los treinta, a lo sumo, los treinta y cinco años-, tiene que seguir viviendo. A disfrutar del dinero ganado, o a manejar un taxi, o a administrar un bar, o una verdulería, pero tiene que seguir viviendo.

Es como la anécdota que me contó un amigo, payaso él, que ahora debe estar por los treinta y pico, que una vez fue  comer con los padres de una de sus novias, y durante la cena,el padre le preguntó: “Y vos, ¿a qu te dedicas?...” Soy clown, respondió el. Soy payaso, trabajo de eso, hago malabares, algo de magia, equilibrio en un monociclo…” Y el futuro suergro le dijo: “Ah, está bien. Pero, luego, ¿qué vas a hacer?...” ¿Cómo que voy a ser?, respondió mi amigo. “Esto es lo que soy. Un payaso. ¿O acaso cuando alguien estudia para médico, por ejemplo, le preguntan que va a ser después? No. Uno se recibe de médico, y ya está: será médico el resto de su vida. ¿Porqué yo no puedo ser payaso el resto de mi vida?...”

Pero no se entiende muy fácil, ¿eh? Será cosa de seguir insistiendo nomás.

Hasta otra vez.

© Mario Ojeda, Granada, 27/11/2010

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