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marioojeda

Nuevos devaneos acerca del oficio

Nuevos devaneos acerca del oficio

La cierta posibilidad de hacer cosas, creativamente hablando –o artísticamente, si lo prefieren-, no implica –mejor dicho, no debería implicar- necesariamente la posibilidad de tener éxito –volverse famoso y millonario, que le dicen-. Es decir, existen miles de tipos alrededor del mundo – o en nuestro barrio, para decirlo más cercanamente-, que son exitosos en lo suyo, en su trabajo cotidiano, con su familia, con sus amigos, que nacen, viven y desarrollan su oficio en su lugar, envejecen, y luego, obvio, se mueren habiendo sido felices. Eso es el éxito para mí: tener una vida plena. Poder vivir haciendo lo que a uno le gusta. Lo cual no implica, ni mucho menos, poder vivir de lo que a uno le gusta. Alcanza con trabajar en algo para vivir, y poder hacer lo otro cuando te apetezca, y siempre y cuando te apetezca, no por obligación o porque “deberías hacerlo”

Dicho de otra manera: poder vivir del arte es una quimera, que a algunos se les da desde que empiezan. Otros, pueden vivir del arte una equis cantidad de tiempo, quizás algunos años, para después ser relegados al olvido. Otros, disfrutan de las mieles del oficio toda su vida. Es así. No es que esté mal. Sencillamente, ocurre así. Tiene que ver con el talento individual, con la constancia, con el azar, con la actitud, con la situación social y económica imperante, con tener o no un padrino que te apoye y ayude a levantar cabeza al principio, con factores personales, con la salud, con tener –o no-, una pareja que te apoye, puf, es una larga, larguísima lista de factores que inciden en ello.

Lo escribo porque puede haber –espero- gente más joven que yo leyendo esto. Y está bueno, pienso, prevenirlos. En el caso de los músicos, por ejemplo, es absolutamente normal que, después de algunos años de aprender a tocar más o menos bien algún instrumento –sea éste la guitarra, la batería, el saxo o la pandereta-, uno intente sumarse a o formar un grupo musical con amigos del barrio. Obviamente, todos quieren los nuevos Beatles. Como la canción de Litto Nebbia: “Todos quisimos ser un Beatle alguna vez”.

Y no. Generalmente no curre así. Es más: la mayoría de las veces, de ese grupo de gente con el cual tratabas y te juntbas a tocar en tu adolescencia, luego siguen haciendo música muy pocos. Lo mismo ocurre con la escultura, la poesía, la literatura. En el fondo, ocurre como con el tenis, que es un deporte individualista, como alguna vez explicaba Guillermo Vilas. Bueno, el arte también es más o menos así. Y encima, lograr que te de dinero, algo más arduo todavía. Basta recordar el c aso de Van Gogh, quien no puedo vender un cuadro en toda su vida. Y miren ahora…

Igual yo no quiero eso para mí, ¿eh? Por mí se van a cagar.Quiero decir, lo que tenga que ser, que sea ahora. No cuando me muera. Eso pensé la última vez que estuve en París, fuí a visitar –la tercera vez era la vencida-, la tumba de Jim Morrison, al cementerio de Pere Lache… Todo el mundo sacándose fotos y dejando recuerditos, y yo pensaba, mientras: “Que boludez…tanto dinero, tanta fama, tanto apuro… para morirse a los 30 años y acabar así…Vaya mierda” No quiero eso para mí. Como decía Borges, cuando me muera, me quiero morir del todo.

Tengo diversas teorías a propósito de la fama y esas boludeces. A ver como las ordeno… Bueno, en principio, lo primero es la canción. Siempre. Los equipos, los viajes, los discos, las giras, los conciertos, los reportajes, etc., toda esa mierda vienen después. Pero si no hay canciones buenas, no hay nada.

Igual, a veces las canciones están, y el rconocimiento –mucho menos el dinero-, no llega nunca. Pregúntenle sino al resto de los integrantes de la Nueva Trova Cubana, excepto Slvio y Pablo. Pregúntenle a los miembros de la trova rosarina, la primera camada: excepto Fito Páez –y Baglietto porque fue muy inteligente refugiándose en las luces y otros menesteres, que sino…- Es decir: hay que disfrutar el camino. Si llega, bien. Sino, mala suerte.

Segunda teoría: uno escribe diez, doce, a lo sumo veinte canciones en toda su vida. Me explico mejor: puede escribir mil. No importa. La gente te recuerda por esas diez o veinte. Algunos, Nebbia, Mc Cartney, Springteen, Silvio Rodríguez y paro porque  la lista sería inmensa, escribieron y siguen escribiendo muchas –y buenas o muy buenas- canciones. Pero la gente los va a recordar por esas quince o veinte. Nada más. Quizás haya que escribir cientos de canciones para hallar esas veinte. Quizás. Algunos, como Eddie Crochan, Buddy Holly o tantos muertos ilustres del rock, escribieron las veinte y nada más, porque se murieron muy pronto. Otros, como Dylan, siguen dando la talla. Es igual.

Como decía Pappo: “Si Clapton hubiera nacido en San Justo, no sería Eric Clapton…” Y tenía razón. Lo siento. Es lo que pienso.

Tercera teoría: solamente los que triunfan son creíbles. Es decir, podés tocar poco y nada. Podés cantar más o menos, pero si pegaste un tema, pero pegar un tema en serio, me refiero, entonces ya sos un tipo creíble. Pregúntenle a tantos –cientos de miles- buenos músicos, que jamás alcanzan reconocimiento. Hay otros, en cambio, que a los seis meses de armar un grupo, ya consiguen un contrato de grabación con una multinacional, tienen presupuesto, difusión radial, y en unos años son tipos conocidos y respetados. ¿El resto? A mantenerse dando clases y tocando por el gusto de tocar, en bares, boliches, casas de cultura, pequeños teatros, siendo anónimos, en suma. Pero esto es la vida misma. A mi me resulta cuando menos llamativo, por ejemplo, que gente que me conoce hace 30 años, y en Argentina nunca me había dado bola, hoy me escriba para decirme: “Che, ¡que bueno lo que estás haciendo en España! Fijate si me armas una girita, mientras cubra el pasaje y los gastos de estadía, yo voy, aunque no gane dinero…” Aaah… ¡pero yo también voy así a la Argentina, macho, ¿de qué me hablan?... ¿por qué no lo hacen para mí? O mejor aún, ¿por qué debería hacerlo yo para ellos? ¿De qué estamos hablando?...

En fin, que da para largo el tema.

Cuando salta alguna aspereza o discusión con algún colega de oficio, o simplemente con cualquiera con el cual estemos hablando de ésto, siempre les digo algo que tengo en claro desde mis 19 años, más o menos: “Mira, macho, todo bien. Lo que vos digas. Es tu opinión, la respeto. Pero antes de hablar, sin saber encima, respetame a mí, que hace treinta años que estoy dando vueltas en éste circo...”

Porque si algo tuve claro dede un principio, es que esto no era un sprint de velocidad. Que era una carrera de fondo, una larguísima maratón. Y que si quería llegar a viejo y seguir haciendo esto, debía pensar mis pasos a largo plazo.

¿Saben la cantidad de gente que he visto pasar de largo en todo este tiempo? ¿Saben la cantidad de tipos que conocí, que “han sido famosos, han firmado autógrafos, han vendido 30.000 discos…” –como cantaba Moris en “De nada sirve”, y que ahora nadie sabe de ellos?

Bueno, no quiero esto para mí tampoco. No me pienso jubilar. Voy a seguir haciendo cosas mientras pueda. Dejo constancia. Hasta otra vez.

© Mario Ojeda, Granada, 11/12/2010

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