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marioojeda

Nunca es triste la verdad

Nunca es triste la verdad

Es interesante descubrir –o reconfirmar, mejor dicho-, que uno valora siempre mas las cosas cuando no las tiene. Puede ser una guitarra, una casa, un auto, o su mujer, llegado el caso. Bueno, a lo que iba. Suelo escribir mis crónicas porque me agrada a mí, básicamente. Es decir, el puro placer de escribir. Que, en mi caso, se iguala perfectamente muchas veces con el placer de grabar o tocar la guitarra. Pero, del mismo modo que siempre he sostenido que ensayar con un grupo y no salir nunca a tocar, es una especie de masturbación gratuita, del mismo modo esribir sin tener lectores ha veces puede volverse eso –es decir: soy masturbador compulsivo,

ja,ja – A lo que iba: subí un link de mi blog a la red –éste, que usted está leyendo, estimado lector-, y un viejo amigo trovador hondureño, Guillermo Anderson, lo posteó en su página de facebook. Hasta ahí llegó la repercusión, es decir, confirmando el título de mi crónica anterior: “a nadie le importa”. Pero bueno, a Guillermo le interesó lo suficiente como para postearlo, y eso está bueno.

Básicamente, lo que venía a contar en ese relato anterior es, sencillamente, que la España de hoy, mal o poco que le pese a muchos, no es, ni remotamente, la España fértil para los trovadores como era hasta hace 10 o 12 años atrás, sin ir más lejos. Más aún, ni siquiera tiene punto de comparación con la España del 2004, donde aún los ayuntamientos y salas con posibilidades de contratación, pagaban ciertos cachets por ir a tocar. Hoy, noviembre de 2010, la realidad es muy distinta. Los ayuntamientos no contratan. Si contratan, ¡pagan a los 90, a veces a los 120 días! Es decir: el músico debe pagarse los gastos de traslado, diestas y alojamiento hasta el lugar de la actuación, para realizar su show –acá le llaman bolos a los conciertos-, y luego sentarse a esperar para cobrar. Pero, además, y esto es realmente llamativo, los propios ayuntamientos se han colocado en rol de productores de conciertos. ¿Qué no es posible? Pues sí. Ahora lo van ver mas claro.

 Pongamos por caso un ayuntamiento cualquiera, con un teatro a su disposición para programar –un 90 por ciento de los ayuntamientos españoles han  hecho teatros increíbles con sus propios sistemas de sonido e iluminación, ¡pero no tienen dinero para programar!, con lo cual hay inumerable cantidad de espacios escénicos sin usar-.

A lo que iba.

Un programador cultural, un técnico de cultura de un ayuntamiento, por seguir con el ejemplo, debería tener un equis presupuesto anual para contratar actividades que pudieran representarse en su localidad –sea teatro, música, magia, cuentacuentos, lo que fuera-. El tema es: como no hay presupuestos, no contratan. Ellos siguen cobrando religiosamente sus sueldos, obviamente, aunque no programan nada, que para eso les pagan. Pero ahora hay otra variante que resulta, cuanto menos, llamativa, y que roza prácticamente la competencia desleal, a nivel de producción, con un empresario o productor privado.

Pongamos que a un técnico de cultura se le ocurre contratar para que actúe en su teatro, a un artista equis. El lugar ya lo tiene, el sonido y las luces, también. Con lo cual se ahorra ese costo. También el personal –taquilla, acomodadores, etc.- Incluso tiene, muchas veces, una radio también municipal a su disposición, con lo cual puede difundir la actividad y hacer la difusión correspondiente. Tiene, además, personal ocioso para salir a pegar carteles. Y muchas veces, una imprenta también municipal a su disposición, donde incluso puede imprimir esos mismos carteles publicitarios. Es decir, resumiendo: costo cero de producción.

Consulta el prespuesto de un artista equis, y le responden, por poner un ejemplo. 8.000 euros más IVA más cena más hotel. Eso suma alrededor de 10 o 12.000 euros. Si un empresario privado, insisto, quisiera contratar a ese mismo artista, en ese cachet, teniendo una foro disponible de, digamos, 400 butacas, debería cobrar la entradas a 30 euros, para poder cubrir costos, ¿verdad? (a ver: cuatro por tres 12, mas gastos extra). Bien, pero allí aún no incluyó la deducción del 10% que se queda la SGAE por derechos de autor, ni el costo del alquiler de la sala, ni el sonido o la iluminación, si tuviera que alquilarlo aparte, ni el costo de la promoción radial ni la cartelería –impresión, pegatina, etc.-

Es decir que, haciendo números aún más cercanos a la realidad, para no perder dinero, el empresario privado en cuestión debería cobrar las entradas a 35 euros, cosa casi peligrosa en los tiempos que corren.

El programador municipal, en cambio, hace el cálculo al revés: “Tengo todo gratis. Pongo las entradas a 20 euros, con lo cual las vendo todas, son 8000 euros. Si necesito, pongo algunas sillas en los pasillos, y vendo mas entradas. Y si no cubro los 12.000 euros de producción, me di el lujo de traer a fulanito a cantar al teatro, por sólo 2000 o 3000 euros, que es más o menos lo que puedo perder…”

Imaginen un productor privado planteándose perder ese dinero, antes siquiera de hacer el concierto. Estaría loco, directamente.

Conclusión: no hay 2000 o 3000 euros para contratar a tres grupos locales o zonales tres veces por año, pero sí hay ese dinero para perderlo contratando a fulanito de tal, que era lo que le apetecía al alcalde, concejal o técnico de cultura de turno.

¿No es eso competencia desleal, acaso?

Pero hay mas variantes, ¿eh?, que la cosa no es tan sencilla. Con el famoso cuento de “no tenemos presupuesto”, los programadores, en vez de contratar, y negociar cachets (para que ese presupuesto anual dedicado a cultura rindiese mas), se limitan a ofrecer el teatro “a taquilla”, mas o menos con las siguientes palabras: “Mira, presupuesto no hay. Es decir, puedo ofrecerte el teatro, vos te haces cargo de la promoción, pegatina de carteles, me dices a que hora quieres tenerlo disponible, te traes tu propio técnico de sonio y luces, porque sino tengo que pagarlo yo, hablas con los grupo musicales, o la compañía de teatro que quieras programar, buscamos una fecha, y le damos para adelante…”

Me hace acordar de los dueños de los bares que quieren programar actividades musicales en sus garitos, pero no pagan. Te dicen: “trae a un amigo que se quede en la entrada del bar, y la taquilla que recauden es para ustedes, que yo trabajo la barra. Aparte, debes traer tu sistema de sonido, que acá no hay…”. Por supuesto, si te avienes a ese trato, y el día de la actuación vino poca gente, el responsable del fracaso artístico-económico eres tú, no el dueño del bar, que encima se molesta, y andá otra vez a pedirle una fecha, a ver que te responde. O te la da, pero para abril de 2015 0 2018, que para esa época espera ya que seas conocido, y tengas una legión de fieles seguidores a cada concierto, de modo tal que el bar se llene y él pueda vender muchas cervezas, que es lo que le interesa.

Nada nuevo bajo el sol, en suma, pero quería escribirlo y descargarme un poco, aunque nada tenga perspectivas de cambiar por el momento. Por supuesto, para los cuatro o cinco “consagrados” de turno, esos que suenan permanentemente en las radio fórmulas pagas, para ellos sí hay dinero, no vayan a creer.

Como cantaba Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio…”

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 21/11/2010

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