Blogia
marioojeda

Sobre aciertos y deslices

Sobre aciertos y deslices

Decía cierta vez el siempre recordado Oscar “Ringo” Bonavena, un boxeador peso pesado argentino que llegó a pelear y poner en aprietos a Cassius Clay, allá, por 1970. “Miren si será jodido este oficio que, cuando se apagan las luces, te dejan sólo fente a un negro que te quiere matar a puñetazos… y hasta el banquito te sacan del rincón, como para que no puedas escapar. Así que no te queda otra: sales a matar o morir…” Salvando las distancias, siempre sostuve que, con la música, ocurre más o menos lo mismo: en el momento en que se apagan las luces, te quedas solo frente al público, frente al “monstruo”, como le dicen en Viña del Mar, y allí se acaban las palabras, los reportajes, las notas de prensa, el dinero invertido en publicidad… allí se acaba todo: tienes que ganar o perder, con tus propias armas. Cuando uno escribe una canción, antes o después, termina exponiéndose. No importa si es una canción de amor a tu mamá, a tu novia, al perro (o perra) de la vecina, o lo que sea: estás ahí, solo frente al monstruo. Y las palabras se terminan, lo mismo que las excusas. A ésta altura de mi vida, la verdad, no es esto la parte que más me preocupa. Bah, nunca me preocupó, en verdad: siempre me sentí seguro de lo que hacía, sino, aún estaría en Resistencia, actuando 4 o 5 veces al año en algún bar, trabajando en otra cosa para vivir. No, me joden las excusas de los demás. Hay un punto, reitero, en que se apagan las luces, y uno tiene que pelar. Demostrar cuán capaz es. Y me hinchan sobre manera la paciencia esos pseudo artistas que, precisamente, cuando se apagan las luces, tocan mal, fuera de tiempo, equivocándose los acordes, cantando a veces afinado y otras no tanto –o mal, directamente-; los que, cuando ellos suben, te dicen “acompañame…”, pero no te pasaron los acordes, y uno pela, y zafa, claro que zafa, porque son mucho años ya haciéndolo, y uno tiene el oficio, o siempre tuvo con qué, y recurre al oído, o a poner caras, lo que sea, pero zafa. Ahora, eso sí, cuando ocurre al revés, y es el otro, el “artista”, el “consagrado” quien debe seguirte, automáticamente ves como el tipo deja de tocar, cuando no apoya directamente a su lado la guitarra, y te mira con aire condescendiente, como haciendo que te escucha cantar, y en verdad, su mente está a kilómetros de allí, o al menos a unos cuántos metros, en la taquilla, pensando “¿cuánto dinero habré ganado hoy?...”, mientras quien tiene que esmerarse y ganarse al público con la mierda que hace, es uno, que al otro no, que no le hace falta, porque ha tenido difusión radial y publicitaria durante años, y aún la tiene. Menos, pero la tiene. Entonces, sus canciones se conocen, y la gente las canta con él, o al menos las escucha, si son nuevas, porque el tipo ya tiene un nombre ganado, cosa que, obviamente, no es tu caso. Esas cosas me tienen las bolas llenas. ¿Saben cuán larga es la lista de tipos “conocidos” que he tratado en estos 35 y pico de años de andar dando vueltas con mi guitarra y cantando por ahí? Sin embargo, uno tiene que seguir peleando por ganarse un lugar, porque reconozcan tu oficio, porque, al menos, te respeten. Y a veces me aburro, y quiero mandarlos a cagar. A todos: a los conocidos, a lo que no, a los que empiezan; a los que dicen ser, pero son incapaces de seguirte en un triste blues de 12 compases pedorros… pero, digo, pienso, pregunto..¿Por qué no se van a cagar? En fin. Que a veces quiero ser un poco más diplomático, ¿eh? Pero no me sale. Quiero, insisto, pero no puedo. “Porque no me han visto, lamer la coyunda, ni andar hociqueando para hacerme de un peso…”, como cantaba el “Turco” Cafrune en su siempre recordada versión de “El orejano”, del uruguayo Serafín García, “porque a todos ellos le han puesto la marca, y tienen envidia de verme orejano…” Esta historia de pretender vivir de la música tiene sus bemoles, ¿eh? Siempre lo supe, en cualqueir caso, no me estoy lamentando por eso. En todo caso, sirvan éstas líneas como consejo o recomendación para la gente que está empezando ahora, o empezó hace unos años, como mi propia hija, que quiere ser artista, y yo no puedo cambiar su sentir, y medio en broma, medio en serio, le digo siempre. “Búscate un trabajo estable, de 9 a 5, y deja la guitarra para tus ratos libres, porque te vas a morir de hambre con esto…” Y es cierto, además, pero ella eligió. Yo ni siquiera le enseñé jamás un acorde, menos puedo ahora, por más que intento, hacerla cambiar de opinión. Porque la verdad es esa: no hay vuelta atrás. El arte es una necesidad vital. Para los verdaderos artistas, claro. Y, al fin y al cabo, ¿quién soy yo para determinar quién lo es o quien no? Puedo tener mi opinión, claro. Y es una opinión válida, por un lado, ycon cierta perspectiva, por otro: son muchos años de venir haciéndolo. Pero eso no me hace mejor. No. Me da derecho a opinar, simplemente. Quiero decir, uno escucha cantar a alguien, muchas veces. Y algún amigo o conocido viene y te pregunta. “Y, ¿Qué te pareció?...” Si respondés: “horrible”, quedás como un maleducado. Si decís, “está bien, pero aún le falta madurar…”, quedás como un soberbio. Así que muchas veces, la mayoría, si alguno –que no te conoce mucho- te pregunta esto, uno suele reponder. “lindo, si, bueno, algunas cosas canciones me gustaron más, otra menos…”, con lo cual, ciertamente, pecas de hipócrita pero al menos con cierta dignidad, y no te mojas demasiado. Porque aparte, y no jodamos que ésto es cierto, muchas veces uno escucha a un pibe cantar, por ejemplo, y te resulta una porquería. Pero, de golpe, pasan 4 o 5 años, y el destino te lo vuelve a cruzar, y resulta que ahora el pibe ahora canta fenómeno, toca muy bien, y así, porque se preocupó por estudiar y mejorar, entonces, insisto, ¿quién es uno para ponerse a jzgar a los demás? La verdad es que, a ésta altura, y sin pretender pecar de soberbio, solamente me interesa lo que yo hago. Escucho a veces otras cosas, claro está, gente que me impactó en mi adolescencia, qué se yo: los Creedence, Los Zeepelin, Beatles, Elvis o quien sea pero, a la hora de la verdad, suelo responder lo mismo que me dijo el gran Moris a mí, cuando grabamos un par de canciones juntos, allá por 1996: “Yo no escucho música, Mario, yo hago música, que es una cosa muy distinta...” Y en eso estoy, simplemente. Hasta la próxima vez. © Mario Ojeda, Granada, 26/6/2011

0 comentarios