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marioojeda

Nuevas consideraciones acerca del oficio

Cuando edité mi segundo CD, “El loco de la guitarra”, allá por 1997, incluí dentro del sobre con los créditos, una serie de frases que, a lo largo de los años, desde que empecé mi historia de la música –y ya desde ese entonces, como ahora, con aspiraciones profesionales-, me habían ido diciendo distintos amigos y personajes varios, que fueron un poco mi guía en éste oficio.

Muy contento estaba yo, cuando le regalé una copia del disco a mi amigo Alberto Lucas, un cantautor bárbaro con el cual compartimos innumerables veces distintos escenarios porteños a principios de los ´80, hoy devenido en productor y mánager de, entre otros, Manuel Wirtz, el hermano del recordado Daniel.

Bueno, hete aquí que, luego de leer el cuadernillo, Lucas me dice: “¿Para que pusiste esas frases? ¿A quién le importa?...” Le contesté, que a mi parecía una idea original. Fresca, y lo sigue siendo.

Y paso ahora a explicarles el porqué, ya que tengo la posibilidad.

En primer lugar, y para dar un ejemplo, nadie nos enseña, de niños, la función de los bancos. Es decir, siempre había pensado que los bancos servían para guardar dinero. Ya de mayor, comprendí que el negocio de los bancos era “vender” dinero. Es decir, te “prestan” dinero –siempre y cuando tengas algún aval para responder, y luego uno tiene que devolverles ese dinero pagando un cierto interés –generalmente alto y desproporcionado-. En otras palabras, te están vendiendo ese dinero. Pero nadie te lo enseña. Uno lo aprende a porrazos, así de simple.

Con la música pasa más o menos lo mismo. Uno empieza en este oficio imitando a sus héroes, copiando sus canciones, cantándolas. Luego llega a la conclusión de que es mejor hacer lo propio, así que escribe alguna canción, o varias. Y después quiere mostrarlas a la gente. Así que arma una banda, detrás vienen los ensayos, sale a tocar por ahí, hasta que llega a la conclusión de que debe grabar esas canciones, para poder venderlas. Para lo cual, necesariamente, además de gastar dinero en salas de ensayo y demás, tiene que volver a gastar dinero para editar un disco. Una vez hecho esto, se da cuenta de que debe presentarlo, así que se ve envuelto en un sinfín de cosas para hacer, que están a años luz del hecho simple de escribir una canción: carteles, alquile de sala, el sonido, las luces, la pegatina de esos carteles, envíos de prensa, gacetillas, mails, llamados telefónicos, etc., etc. Y todo esto alternado con los ensayos, los nervios de la presentación, los tiempos que no cierran, etc., etc.

Por supuesto, hay quiénes tienen la suerte de saltarse todo esto: ensayan un tiempo, graban un demo, son contratados por alguna discográfica –cada vez menos en los tiempos que corren-, y ya no se preocupan de nada más. Alguien va a hacer todo lo otro por ellos. Obvio, quédense tranquilos, se lo van a cobrar. Esta es la sencilla razón por lo cual un CD, por ejemplo, cuyo costo real asciende a 1,50 euros con tapa y cajita plástica incluida, es luego vendido por las discográficas en 15-18 euros (y eso ahora, porque hubo épocas en que un CD llegó a costar 22 euros al público. Y lo peor no es esto: al músico –sea un solista o un grupo-, le daban no más de 1 o 2 euros. Proporción matemática que sirve básicamente para países como USA, con 300 millones de habitantes, y unidos por un idioma y un sistema común. Claro, trasplantan esa idea comercial a Europa, por ejemplo, donde también hay más o menos la misma cantidad de gente –descontando Rusia-, y la historia no funciona: son muchos países con idiomas, culturas, hábitos  y medios de difusión totalmente desconectados entre sí. Cosa que, insisto, no pasa en USA. Ni hablar de países latinoamericanos, donde, además de haber muchísima menos gente, la capacidad de consumo es totalmente distinta. Y luego pasa lo que pasa.

Pero volvamos al oficio: como nadie te enseña, ni te habla ni te cuenta determinadas cuestiones –esa cosa de los celos, los egos, las envidias, en mercados potenciales tan pequeños, uno tiene que ir aprendiendo a los ponchazos. Y cuando más o menos entiende, o aprende qué va la cosa, ya tiene 30 años, y un par de hijos, y ya no tiene la piel tan tersa, y mucho menos paciencia ni los huevos livianos para soportar determinadas cosas, así que… si realmente le apasiona la historia, lo que hace es editar el mismo sus discos, produce sus conciertos, etc., etc., claro que, con una proyección de repercusión muchísimo menor que aquellos que tuvieron la suerte, desde un principio, de ser contratados por una discográfica.

Y yo, lo quise hacer al incluir esas frases en aquel ahora lejano segundo CD fue, justamente, citar a tipos que no fueron egoístas conmigo al decirme ciertas cosas.

Vuelvo a citarlas ahora, agregando algunas que no estaban en el disco, como un simple ejercicio de memoria, y porque a mí, insisto, me ayudaron mucho. Ojalá les sirvan a otros también:

“Si querés cantar, cantá. No boludees. Si dejas pasar el tiempo, fuiste” (Facundo Cabral)

“La música es siempre mitad negocio, y mitad delirio. Nunca lo olvides, Mario” (Raúl Díaz, ex Mantra, en Corrientes, allá por 1981)

“Yo conozco tu historia. Lo que vos hiciste o hacés, siempre rebota por algún lado” (Lalo de los Santos)

“Olvídate de todo lo que hiciste en el Chaco. Acá no sos nadie. Así que empezá de abajo, porque si soñás con que alguien te dé la difusión que tuvo Baglietto, debería haber otra guerra. Y no creo haya otra en unos cuántos años…” (Osqui Amante)

“Todo sirve, negro, todo sirve” (Horacio Fontova)

“El ego es como una paja que se enciende. Si prende, no lo parás más” (Raúl Porchetto en Sáenza Peña, Chaco, allá por 1981).

“Vos apiolá giles nomás, Osqui, ¿viste?” (León Gieco por el interfono a Osqui, Sáenz Peña, Chaco, octubre de 1981)

“Tus temas están buenos. Pero deberías cantar otros que sean mas marchosos, que hagan mover a la gente…” (Conejo García, gran amigo, después del show con León en Corrientes, allá por 1981)

“¿Qué hacés acá perdiendo el tiempo, negro? Vos tenés que estar en Baires…” (Litto Nebbia en Gesell, 1994, el empujón que me faltaba para volver)

“¿Un demo? ¡Dejate de joder! Te venís y grabas un disco...” (Nebbia otra vez, a principios de 1996)

“Cuando grabes, olvídate de todo lo demás, y concentrate únicamente en lo que estás haciendo, porque eso queda grabado…” (Moris, en Gesell, allá por 1992)

“Vos no sos un tipo cualquiera…” (Leonardo Favio, mirándome fijo a los ojos, en un reportaje que le hice en Gesell, verano de 1988)

“Yo no escucho música, Mario: yo hago música…” (Moris otra vez, tomando un zumo de naranja antes de grabar dos temas en mi primer CD)

“Hay que profesionalizarse, no hay otra. Sino, estamos boludeando…” (Fito Páez, con 18 años, en Plaza España de Resistencia, Chaco, noviembre de 1981)

“A mí no se me cae nada por pasar el lampaso…” (Juan Baglietto, el mismo día de la frase anterior, en Plaza España, había llovido, y Juan secaba el piso donde iban a armar, mientras el resto “afinaba”)

“Rico no es aquel que mas tiene, sino el que menos necesita…” (Facundo Cabral, en la cafetería Cachavacha, en Gesell, verano de 1988)

“Vos cocinás el guiso y te lo comés solito, ¿no, Mario?...” (Gianfranco Pagliaro en Gesell, verano de 1987, cuando le conté que grababa y vendía mis casettes en los shows).

“¡Estás en el libro de la historia del Rock, negro!...El de Marzullo y Muñoz” (Rodolfo García y Babú Cerviño, Gesell, mismo verano, estaban girando con Víctor Heredia)

“De todos se aprende un poco, no lo olvides…” (El “Tano” Pagliaro otra vez, algún invierno en Gesell)

Tengo mas, pero como en el CD, les dejé al final una de Osvaldo Fattorusso, que me mató: “Todos quieren hacer discos, pero nadie se acuerda de la canción. Y la canción es la semilla, negro, es la base de todo…”

Hasta la próxima, que ésta me quedó un poco larga.

 

© Mario Ojeda, Granada, 10/5/2009

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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