Blogia
marioojeda

Acerca del equipaje

Siempre me gustó escribir. Escribo desde muy pequeño, esa es la verdad. Puedo recordar claramente algunas composiciones mano “tema la vaca” en la escuela primaria, o los cuentos de la señorita Marote en la secundaria, como antecedentes claros de todo lo que vino después. “¿No te habrás equivocado de carrera…?”, me decía Alberto Caleris hace poco desde Ecuador, vía mail. Varios me lo han dicho antes. Mi padre también. A veces se sentaba a escucharme cantando algunas canciones y luego me miraba por encima de sus gafas, y me decía: “estás escribiendo bien… pero, ¿no pensaste nunca en darle tus canciones a otro para que te las cante…?” Ah, si, ese sarcasmo que tanto amé y sigo amando.

En cualquier caso, no todos tenemos el privilegio de haber nacido con una gran voz. No es definitivo tampoco. Quiero decir, se puede mejorar con el tiempo. Cantando, claro. Pero hay también mucha gente que canta – básicamente, la voz es un “trademark”, una marca registrada de cada uno-, y se pueden hacer lindas cosas con la música sin tener una voz destacada. Alcanza y sobra con que sea personal, que trasmita, que emocione, que diga algo. Ejemplos hay miles. ¿Acaso podemos decir que, no sé, Fito Páez, Calamaro o el mismo Dylan tienen grandes voces? ¿O George Harrison, por caso? Pero ahí están, y mal no les ha ido,por cierto.

Y además, encontrar nuestra propia voz, es un trabajo de años. No es que uno empieza a escribir canciones y ya puede definirse como trovador. No por cantar en la ducha uno es cantante. Ni siquiera un cantor, ya que estamos. De hecho, hay mucha gente que tiene voz, digo, voz para cantar, y que nunca cantó mas que en la ducha, o en la cocina de su casa. Que canta porque le hace bien. Aunque nunca se le ocurriría cantar en público. Y eso está bien, quiero decir, “este es el gremio de la libertad”, como decía alguna vez Spinetta.

¿A qué venía todo esto? No sé, me perdí. Ah, si… Quería decir que puedo percibir que uno no elige al oficio, sino que es exactamente al revés: es el oficio el que elige a uno. Uno puede meterse en alguna historia determinada, la música, por seguir con el ejemplo, pero si en un cierto tiempo no encuentras respuesta a sus inquietudes o, sencillamente, no te enganchas con el oficio, seguramente vas a dedicarte a hacer otra cosa. Ejemplos hay miles también. Abogados artistas, arquitectos gerentes de banco o cuenta propistas, artistas trabajando de camareros o en un supermercado, cantantes trabajando de locutoras, o periodistas, etc., etc.

Y no está nada mal. Al contrario: “el hombre es uno y sus circustancias…”, se sabe. Y mientras uno se encuentre bien consigo mismo, haciendo lo que catzo haga, está bien. Siempre va a estar bien.

En todo caso, lo que a veces sí me molesta –ya lo escribí en otras ocasiones-, es esa gente que, a sabiendas que el oficio no lo ha atrapado, sigue insistiendo, por joder nomás, como el viejo chiste, ocupando un lugar que no explota, que no se esfuerza por mejorar, y que siempre está con la expectativa de que alguien le allane el camino, colgándose del trabajo de otros. Esto pasa en todos los gremios, de todos modos.

En lo personal, a veces me quedo sin ganas. No ganas de dejar de escribir canciones o crónicas, ni mucho menos. Esto es lo que soy, al fin y al cabo. Este es mi oficio. El que me eligió, o nos elegimos mutuamente. Me quedo sin ganas de trabajar para otros, por decirlo claramente. Es como que siempre me ha tocado hacer de asador, digamos, de hacer asados para que lo coman otros. Y como uno es bastante inocente al principio, no va comiendo mientras cocina. Sino que se esmera por hacer un buen asado, y después termina comiéndose el asado frío. O las sobras de.

Y a ésta altura, después de casi treinta años, no quiero hacer asados para otros. Quiero hacerlos para mí. Me los quiero comer yo. No es egoísmo. Creo es sensatez. Prefiero quedarmen en casa escribiendo canciones, o grabando, o escribiendo crónicas, o arreglando mis papeles. O haciendo el vago, antes que salir a tocar por dos mangos. O tener que montar alguna producción, trabajar en ello un par de meses, y después, llegado el momento, ver como los que cantan son otros. Lo peor, generalmente, por poco o ningún dinero. No. Quiero hacerlo para mí. Si monto alguna producción, es para tocar yo. Si gano algún dinero, que sea para mí. Que me alcanza con poco, justo es decirlo también. Pero poco no es lo mismo que nada. Y a mi me alcanza con tener para pagar el alquiler, comprarme algún instrumento cada tanto, o hacer un pequeño viaje. Disfruto enormemente caminar nuevas ciudades, respirar nuevos olores, conocer gente. No pido mucho mas. Siempre tuve claro que “rico no es aquel  que mas tiene, sino el que menos necesita”. Que nada podremos llevarnos de aquí. Que en el traje de pino que voy a vestir cuando me vaya, no hay lugar para nadie ni para ninguna otra cosa mas que para mí. Que no voy a poder llevarme nada de lo que compre. Ni ropa, ni instrumentos, ni casas, ni autos, ni televisores, ni micro ondas, ni DVDs, ni nada de nada. Solamente hay lugar para mí. Celebro enormemente y respeto, que algunos amigos tengan propiedades, coches de marcas alemanas, camionetas 4 x 4, o pedos envasados de color verde, si eso los hace felices. Pero no es mi caso, y ellos lo saben bien. No son mis amigos por el dinero o la fama que yo pueda tener. Como cantaba Sabina: “Para que mis allegados, condenados a un ingrato futuro, no sufran lo que he sufrido, he decidido no dejarles ni un duro. Tan sólo cartas de amor, un siete en el corazón, y un mar de dudas, a condición de que no los malvendan, en el rastro mis viudas…”

Por eso siempre le digo a mis hijos que viajen livianos de equipaje, que no se carguen inútilmente de cosas que después no van a usar. Que no acumulen cosas. Que coman hasta saciarse, y no hasta reventar. Que todo debe ser armonioso y en su medida. Que tener mucha ropa colgada en el armario, no sirve para nada. Que es mejor oler bien, y estar limpio, que ponerse ropa cara por encima. Que un whisky de vez en cuando está bien, pero no una botella por día. Que algunos cigarrillos por día también, pero no tres atados. Y así con todo.

Porque, además, ya lo decía mi abuelo Guillermo: “de éste mundo llevarás, panza llena y nada más”  En eso estoy, Guillermo, en eso estoy.

Hasta otra vez.

© Mario Ojeda, Granada, 19/12/2009

 

 

0 comentarios