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marioojeda

Aspirando a ser famoso

Me contaba una vez Antonio Álvarez, un excelente músico y amigo, también integrante de los fabulosos TROVAMUNDOS que, cuando visitó Liverpool en su derrotero “beatlemaníaco” y conoció la casa natal de Ringo Starr, simplemente se le llenaron los ojos de lágrimas, y se echó a llorar ahí nomás, “admirando la increíble historia de cuatro chavales como nosotros que pudieron llegar tan alto, viniendo de donde habían salido…”. Con Los Beatles, a mi me ocurre exactamente lo mismo. Los escucho a solas y lloro, por eso no los escucho tanto ya. Seguramente porque, como escribía alguna vez Jordi Sierra i Fabra, un periodista catalán, autor de innumerables biografías sobre artistas de rock, “en ellos coincidió todo: el momento histórico, que fueron el primer grupo mediático a escala planetaria y que además fueran unos genios, que todo ayudó…” Lo destacable del asunto, como alguna vez le recrimina a Brian Epstein, su primer manager y quién los lanzó definitivamente, a la fama, la famosa tía Mimi, quien crió a Lennon, “esto del grupo está muy bien para Ud., ¿verdad señor Epstein? Porque si al final no resulta nada, su vida no va cambiar. Pero ¿qué va a ser de John?..” A lo cual, Epstein, quien estaba enamorada de John, le respondió, mirándola fijamente a los ojos: “A John nunca le faltará nada, Mimi, eso se lo prometo…”

La historia suele pasar de lado estas menudencias, sin darle realmente su importante significado. A lo que voy: a ellos les resultó bien, claro está. Pero quien se mete en éste mundo de la música, al negocio de la música en sí, debe tener claro desde un principio que, en la mayoría de los casos, sencillamente no se llega a nada. Innumerables son las historias de gente que tuvo un grupo, que grabó discos, que vivió de la música durante algún tiempo, haciendo conciertos, giras y demás, y hoy está manejando un taxi, o atendiendo una verdulería. Y no es que esté mal. Es su historia de vida, sencillamente. Y más vale saber que pudo disfrutarlo, y hacerlo durante algún tiempo, que lamentarse por el tiempo invertido. Que no es lo mismo que perdido.

Volviendo a lo esencial: Los Beatles, como todos los grandes grupos, empezaron bien de abajo, en un tiempo y lugar histórico determinado. Eso no es, necesariamente, coincidente con los tiempos actuales. Es decir, no porque tengas buenas canciones vas a volverte famoso y millonario. Una buena canción es una buena canción. Ni más ni menos que eso. No te garantiza nada. Evidentemente, si puedes grabarla bien, con buenos arreglos, en un buen estudio, va a ser algo que puede quedar. Pero no es ninguna garantía. Cientos, quizás miles de buenas canciones, grabadas en muy buenos estudios, se han perdido en la noche de los tiempos. Y sus autores, peor aún.

Dicho de otro modo: una buena canción puede abrirte algunas puertas. Quizás, abrirte muchas puertas. Hacerte ganar dinero, incluso. Pero no deja de ser una canción. Una letra con una musiquita detrás, que se te ocurrió para la ocasión.

El problema con la mayoría de los tipos que se dedican a esto, es precisamente la sobrevaloración de su arte. Dejan a un lado el sentido del humor, pretendiendo que lo que hacen es arte. Y puede serlo, ¿eh? Pero Van Gogh también hizo muy buen arte –la historia lo ha demostrado-, pero el tipo en vida vendió un solo cuadro. Por eso se suicidó. Porque estaba harto.

No creo deba ser un ejemplo a imitar. Es decir, la vida siempre es un paso más allá. Que la canción, que la escultura, que la pintura. Siempre es estúpido darle a ciertas cosas más importancia de la que tienen.

Para un arquitecto, por ejemplo, construir muchas casas donde viva la gente, en un espacio cómodo, ventilado, iluminado, etc., debe ser su aspiración fundamental. Pero a veces se construye mas de lo necesario –razón por la cual hay a veces, hoy por hoy y sin ir mas lejos, al menos acá en España, por citar un ejemplo-, una enorme cantidad de viviendas deshabitadas, magro resultado del “boom” inmobiliario, si, pero también como respuesta a esa misma aspiración: lo mío es mas importante que todo lo demás.

El arte siempre es una cosa subjetiva. Los músicos se esmeran por grabar una canción en el mejor estudio, con los mejores elementos, y la verdad es que luego esa canción la escucha la gente en un mp3, caminando por la calle. O en un bar, entre gritos, risas y susurros. O lavando los platos o cocinando, vaya mierda de resultando. Como si el oyente casual pudiera discriminar si está grabado a 44 o a 96 Khz., o mezclado a 16 o 32 bits, o la madre del topo. No, man, la gente escucha las canciones. Recuerda la melodía si ésta es pegadiza, se acuerda de la letra si ésta le dice algo, aunque mas no sea “mi nena me dejó, nunca la he vuelto a ver…”, como aquella canción de Elvis Presley, que versionaron los Creedence, o tantas otras. Las canciones son canciones y punto. Y estamos hablando de música, de arte, de tonos mayores y menores, no de cirugía cerebral o física cuántica.

Otra cosa es el envase. Por ejemplo, los pintores pintan un cuadro, hacen una escultura. Los músicos graban un disco, pero luego hacen copias y los venden por ahí. Lo que cuenta es el soporte, si, pero, sobre todo, ¡cuántas copias se venden! Y como ahora no se venden discos, se juzga la repercusión de un artista por “la cantidad de visitas que tiene en su mypace, o la cantidad de descargas de sus canciones-generalmente gratis-, de su página web. Dicho de otro: que puedes llegar a ser un músico conocido, un artista popular. Pero de ahí a volverte famoso o millonario con tus canciones, hay un largo trecho.

Bueno, en realidad, para ser famosos, les cuento un secreto: alcanza con ir a la televisión. O basta con desnudarse en público en un lugar donde se junte mucha gente. Seguramente te van a meter preso, pero si hay periodistas cerca, vas a tener tus quince minutos de fama. Ahora, de ahí a que te conozcan por tu arte, eso es otra cosa.

Así que, debería quedar claro: la música es una cosa. El tocar la guitarra por placer en tu habitación, otra muy distinta. El tener un grupo y mantenerlo, otra muy distinta. El escribir, el pintar cuadros, esculpir la madera, el barro o el mármol, otra. Nada te garantiza que puedas vivir de ello.

Lo cual no quita que no puedas intentarlo. Suerte con eso.

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 26/9/2009

 

 

 

 

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