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marioojeda

Impresiones de un viaje a Cuba

Definitivamente, como cantaba Nebbia, “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, no sé, incluso, si la verdadera. Pero otra historia, seguro. Tuve la suerte de poder estar en Cuba, hace quince días. Todos deberían poder visitar Cuba, mejor dicho, La Habana, al menos una vez en la vida. Como decía un amigo, “como un ejercicio de humildad. Para valorar lo que uno tiene”. Al menos, para eso.

Sobre todo si, como fue mi caso, teniendo la posibilidad de hospedarme en un hotel, con habitación paga, porque había sido invitado, elegí alojarme voluntariamente en una casa particular, pudiendo ver con mis propios ojos una realidad harto distinta a la nuestra. En realidad, harto distinta a la de cualquier país del mundo.

Es decir, viajar en autobús, charlar con la gente, caminar, sobre todo, caminar.

Hablar de Cuba y no hablar de política, es muy difícil. Casi diría, una tarea imposible. Pero allá vamos.

Imaginen Resistencia, pero con un millón y medio de habitantes. Muy pocos edificios altos,  una ciudad que se extiende hacia el oeste, desde la bahía, y con una realidad edilicia que habla de un pasado indudablemente mejor. Mejor económicamente hablando, de cuando era “la perla del caribe”. ¿Era? Quizás aún lo sea, pero es muy difícil analizar construcciones que parecen haberse detenido en el tiempo, cincuenta o sesenta años atrás, y no compararlas con construcciones más actuales. Obvio, a pesar del deterioro del tiempo y la falta de manutención, ver esas mansiones inspiran en uno la sensación de que, precisamente, con dinero y actualización de construcciones y pinturas, esas mismas construcciones podrían recuperar el fulgor de antaño, dándole a esa ciudad una belleza mayor de la que de por sí tiene. ¿No lo dije aún? La Habana es muy, muy bella. Debe haberlo sido. Lo será nuevamente alguna vez, aunque yo no estaré allí para verla.

¿El clima? Muy similar al resistenciano, con un promedio de 30 grados durante todo el año, y un corto invierno de 10 o 12 grados, mas o menos, haciendo innecesaria la ropa de abrigo en serio.

¿La gente? Increíblemente culta y amistosa, casi fraternal, aunque la mayoría de las veces esa “fraternalidad” implique una especie de “chantaje emocional”, la necesidad imperiosa de que le eches un cable, aunque sean dos o tres “cucs” –el peso cubano convertible, que equivale a un dólar-. Porque con un sueldo mensual de 400 o 500 pesos cubanos “verdaderos”-algo así como 15 dólares-, el “inventar”, como dicen ellos, día a día, qué hacer para vivir, ya es una tarea asumida como parte de su existencia.

Y algunos están mejor, sobre todo, curiosamente, los artistas. Los que pueden salir cuatro, cinco o seis veces al año, a exponer su arte fuera de la isla, y pueden traer dólares o euros. Por poco, sigue siendo mucho, claro está.

Pero eso ocurre en Resistencia, o en Granada mismo, donde vivo. Es decir, si yo pudiese salir a tocar 3 o 4 veces al año a otros países, y traerme algo de dinero en cada viaje, viviría mejor, sin duda.

El problema es salir, obvio. Conseguir que te inviten, que alguien ponga el dinero para el pasaje, y consigas el visado correspondiente. ¿Mientras tanto? Mientras tanto hay que seguir viviendo, inventando cada día, aunque seas ingeniero y debas sobrevivir manejando un taxi o vendiendo agua de coco en cualquier esquina.

Tener “sensación de libertad” –o no tenerla-, no es lo mismo que tenerla realmente.

Shit. Me cuesta escribir mis ideas sin rozar la arena política. Los esquemas mentales que normalmente tenemos, deben cambiar necesariamente cuando uno habla de Cuba. Supongo será peor en Haití, en cualquier caso. Bueno, o en Fontana, que no hace falta irse demasiado lejos de Resistencia para ver otra realidad. Es decir, la miseria no es un problema de Cuba solo, necesariamente.

Como decía mi viejo, “para ver miseria en otros lados, yo me quedo acá, que la tengo a la vuelta y me sale gratis...” El tema es que las utopías paradójicamente, deben ser utópicas, ¿no?, y algunas hasta salen bien. Y los logros de la revolución están ahí -la salud, la educación gratuita hasta niveles universitarios, la dignidad frente al bloqueo, el orgullo de ser cubano y resistir, etc., etc.), pero el gran problema es el “mientras tanto”.

Y si el “mientras tanto” implica quedarse a vivir allí, descreo absolutamente de los que “apoyan la revolución” viviendo en otros lados, desde afuera, porque, debo decirlo de una puta vez, creo que la gente allí, genéricamente hablando, pasa muchísimas necesidades. Que su “día a día” no es el mas disfrutable, ni el deseado pero que, curiosamente, la gente debe aceptar como parte del juego.

Claro, que si vas de vacaciones una semana a un hotel  cinco estrellas, con playa -¿ya dije que las playas son increíbles?-, por ejemplo, a Varadero, indudablemente tu visión va a ser distinta. “Varadero no es Cuba”, dicen los cubanos. Y tienen razón. Pero tampoco creo sean Argentina los “apart” hotel cinco estrellas en Buenos Aires, Cariló o Pinamar, o los “countries” residenciales en San Isidro. Están ahí, porque forman parte de un todo, pero la realidad de quien vive en esos mismos “countries” es absolutamente distinta a la del tipo que vive en Moreno o San Justo, trabaja en el centro, y tiene que levantarse a las cuatro de la mañana para subirse al tren. Vive en Buenos Aires, si, pero eso de vivir así...

Y quiénes nos invitaron a cantar allí, son amigotes, y están bien –ya lo dije, son “artistas”-, y además, debo decirlo también, son cubanos, aman su tierra, fueron educados en un sistema, ¿por qué deberían irse a vivir a otro lado? Claro, salen, ya lo dije, tres o cuatro veces al año, y hacen sus cosas, y luego regresan, y se reencuentran con familia, amigos, idioma, acentos, lugares, olores, etc., y todo eso está bueno. ¡A mí me gustaría hacerlo también! Y no siempre puedo.

Y eso que vivo en un sistema capitalista -mierda, estoy rozando la arena política otra vez-, que “se supone” es mejor –digo esto con carácter estadístico: la mayoría de los sistemas políticos en el mundo son capitalistas- y, sin embargo, no puedo. ¿Entonces? Entonces sigo hablando del viaje, mejor, ya dije que es muy difícil separar ciertas cosas.

Cantamos para un auditorio casi a rebozar de estudiantes universitarios, la primera vez, en la Facultad de Agronomía, y para casi 30 conocidos –de los organizadores-, en los jardines del instituto de la música- la segunda-, entre los cuáles estaba el vice ministro de Cultura, otras autoridades, y hasta Augusto Blanca, otro de los fundadores de la Nueva –ya no tanto- Trova Cubana.

La pasamos bárbaro. Estuvo bueno. Nos quedó pendiente para conocer y cantar en otro viaje, el Centro Pablo de la Torriente Brau –donde se organizan los conciertos “a guitarra limpia”; la casa de las Américas –allí, donde cantaron todos-, la Escuela de Bellas Artes y varios lugares más, porque todos éstos lugares estaban copados con los homenajes por el cincuenta aniversario de la revolución.

Mejor, así tengo la excusa para hacerlo.

Porque quiero volver a cantar a Cuba. Me gustaría recorrer la isla completa (Pinar del Río, Cienfuegos, Santiago de Cuba, etc.), porque infiero deben ser lugares distintos a La Habana también.

Una cosa sí es cierta. Como escribí allá por 1997, en “La forma”, una milonga que grabé para el disco “Porque me place”: a esta altura, “la forma en que hoy los miro es de igual a igual”, sin dudas. Lo cual me llena de orgullo.

Y quizás, con otras experiencias, pueda trasmitir mejores las innumerables ideas que revolotean en mi cabeza al momento de escribir éstas líneas.

Pero será la próxima vez. Prometido.

 

© Mario Ojeda, Granada, 22/3/2009.

 

 

 

 

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