Blogia
marioojeda

Nuevas conversaciones conmigo mismo

Me fui de mi casa a los 21 años, con la humilde pretensión de ser famoso y millonario. Curiosamente (o no tanto), creía tener con qué. Y además, estaba dispuesto a esperar, a soportar lo que viniera con tal de llegar a ese objetivo. Como el viejo poema orienta: “siéntate en el umbral de tu casa, y verás pasar el cadáver de tu enemigo…”

Y así fue. Muchos de los que estaban entonces, hace mucho tiempo dejaron de estarlo. Y yo, sigo. Pero con una salvedad: desde hace unos cuántos años, ya no me interesa ser famoso y millonario. No. Que me alcanzaría con ser millonario. Y ni siquiera: me gustaría simplemente poder seguir trabajando con, y viviendo de la música exclusivamente, como hago ahora. Lo cual, apenas cinco o seis años atrás era una verdadera utopía. Y en Argentina lo sigue siendo, y me jode.
Pero acá no. Nadie te mira raro cuando le dices “soy músico, soy cantautor”. Es mas, hay una tácita pátina de respeto al escuchar la respuesta. Recuerdo la anécdota de la primera nota que me hicieron en un periódico local, allá por el 2003, entonces aún trabajaba de camarero en una cafetería. Al leer el reportaje esa mañana, el dueño del bar me llamó aparte y me dijo: “¿Así que usted es artista?” “bueno, respondí, toco la guitarra, escribo mis canciones y luego las canto…” No, fue la respuesta, “acá dice que usted tiene un par de libros editados, o sea, es escritor, es poeta…”, bueno, si, mas o menos, le dije. Y mirándome por encima de los anteojos, me dijo: “bueno, dice que es artista, pero al menos trabaja…”. Je, era como decir, es un bohemio delirante, pero no le hace asco a trabajar. Y no, no le hago asco a trabajar. Siempre me las rebusqué para vivir de alguna otra cosa, hasta hace un par de años, y poder seguir haciendo música. Y ahora que vivo exclusivamente de esto, la satisfacción es mayor porque, sencillamente, además de tener con qué, me la banqué. Pude hacerlo. Lo demostré pero, sobre todo, pude demostrarme a mí mismo que tenía con qué. Y que se podía.

Y esto es algo que nadie podrá quitarme.

Por otro lado, tengo la rara satisfacción de que, mucha gente que en Argentina antes no me daba ni la hora, ahora me escribe para pedirme cosas, del tipo “¿porqué no me organizas algo y me voy de gira a España, y hacemos algo juntos…?”. Como si tuviese la vaca atada, o dinero suficiente para producir cosas, aunque no nos conozca nadie, ni a ellos (los que me escriben), ni a mí. Y es una fantasía que me resulta divertida.

Pero, por otro lado, a cierto nivel, a mi se me conoce mas que a ellos. Lo cual no deja de ser reconfortante. Al menos, por el simple hecho de vivir acá, de estar haciendo un montón de cosas permanentemente. O que llamen de algún periódico para pedirme “una salutación de fin de año, que se la estamos pidiendo a distintos personajes destacados de la cultura granadina”. Está bueno, si. No me da de comer, ni me paga el alquiler.

Pero ese tácito reconocimiento reconforta, qué duda cabe.

Sobre todo porque, mas allá de algunas cartas, o algunas palmadas en la espalda, como muestra de reconocimiento o valoración, en Argentina nunca me prestaron atención.

Y me jodía, porque son unos cuántos años ya de venir haciéndolo. Y porque sé que crecí, que me rompí el lomo para estar donde estoy. Porque creo estar cantando, a mi manera siempre, bastante mejor que antes. Porque toco mejor que antes. Y porque, a la hora de escribir una canción, por sencilla que ésta sea, sé perfectamente adónde va, cómo va a sonar, como quiero presentarla, cómo quiero arreglarla, como quiero que suene. Y que además puedo hacerlo solo. Porque éste es, al fin y al cabo, mi oficio.

Que después termino haciéndolo con alguien mas, porque de eso se trata el arte también, de compartir con gente que está en la misma que uno.

Aunque lleven unos cuántos años menos que uno mismo haciéndolo. Pero no importa: hay una tácita sensación de respeto y admiración, y eso ya vale.

Y además, tener los elementos para hacerlo. Es decir, los instrumentos, por ejemplo. Para comprarme las herramientas para trabajar, para hacer lo mío, en Buenos Aires tardé casi quince años. Acá, en apenas dos, me monté el estudio. Tengo mi ordenador, mi mesa de mezclas, mi acústica, mis eléctricas, mi bajo, mis pedales, mis micrófonos, etc.

Las herramientas del fontanero, simplemente. ¿O acaso pueden imaginarse un electricista que tarde diez años en comprarse los elementos que necesita para trabajar? Bueno, esto es lo mismo.

Pero, por sobre todo, y ya con esto voy terminando por hoy, poder vivir de la música me da un cierto rélax para pensar, para meditar acerca de los pasos a seguir, cosa que antes sencillamente no podía hacer.

Y racionalizar el oficio, que ha sido desde siempre uno de mis reclamos permanentes. Porque creo sinceramente que eso es lo que diferencia al artista de otros oficios. Porque estamos acá básicamente para entretener. Pero no debería engañarnos y hacernos entretener sin sustento. Porque hay infinitas formas de hacerlo, pero creo debemos hacerlo con fundamento.

Y esa estoy, sencillamente.

Hasta otra vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 25/12/2008

 

0 comentarios