Blogia
marioojeda

Sobre los cambios cotidianos

La aceptación necesaria de los cambios cotidianos, cualquiera que éstos sean, es la mejor manera de mantenerse alerta y en el camino. Ya lo escribimos otras veces: las cosas cambian, cotidianamente. Aunque no lo parezca, están siempre mutándose en un movimiento continuo.

Y hay mucha, pero mucha gente, que algo tan simple como esto no suele entenderlo.

Así, se repiten incansablemente en formas, modos, actitudes y demás peripecias de la vida cotidiana, sin atreverse a cambiar.

Extraño caso el mío, por ejemplo. Me fui de mi casa para tocar la guitarra, y recién este último año, después de veinticinco de haberme ido, puedo decir con cierta satisfacción que estoy viviendo de la música. Bah, de la música como ejecutante y de la producción de espectáculos, pero algo es algo. Y además… ¡soy bajista! Si, aunque sigo tocando la guitarra, la mayoría de los trabajos como sesionista que me salen  últimamente, son para tocar el bajo. Y bienvenido sea esto. No me quejo, antes al contrario, lo disfruto, y mucho.

Pero no deja de ser curioso. Parece que fuera ayer nomás cuando iba con mis padres a esos bailes de carnaval en el Club de Regatas Resistencia, y me paraba delante de grupos como The Dreamers o The Play Boys, y alucinaba embelesado mirando tocar el bajo a Hugo Romero, con su fantástico bajo Fender Jazz Bass, el mismo que yo tengo ahora . Y así es la vida: no deja de sorprenderme a cada rato.

Por lo demás, puedo estar ciertamente orgulloso del camino transitado: vine a España a una edad en que la mayoría de la gente empieza a guardarse en cuarteles de invierno, y yo no tuve problemas en cruzar el charco y empezar nuevamente desde abajo, trabajando de camarero en distintos bares, durante casi cuatro años, hasta que mas o menos pude empezar a estabilizarme

Y es que las cosas no salen porque sí. Como cantaba Litto Nebbia alguna vez: “estoy convencido de que para lograr algo, hay que insistir…”.

Por lo demás, hace muchos, muchos años que dejé olvidada mi pretensión de ser famoso y millonario con la música. Es decir, hoy por hoy, me alcanzaría con ser millonario. O ni eso: con poder seguir viviendo de la música me alcanzaría. Por citar a Facundo Cabral: “rico no es aquel que mas tiene, sino el que menos necesita”.

Por otro lado, como cantaba ya en “por más duro que esto sea”, esa canción que grabé en mi segundo disco “oficial”, “El loco de la guitarra”, allá por 1997, algunas cosas claras creo tener.

Por ejemplo, darme cuenta que he crecido. Como músico, como ejecutante, como artista, creo también como persona. Aunque a veces esto pueda doler: “el que piensa sufre”, decía Lennon. Y esto es absolutamente cierto.

Pero sigo empeñado en ser racional. Y trato de ser siempre un tipo coherente, con mis ideas, con mis actos, con mis amigos. Con la historia. O con mi propia historia, en suma.

A veces, por ejemplo, me encuentro con gente que me dice: “¿pero vos no eras amigo de Gieco, de Fito Páez? ¿No tocaste con ellos? ¿Porqué no los llamas y les pides que te echen un cable?...” Sonrío y les respondo, parafraseando a mi viejo: “No es tan así, ¿sabes? Yo les deseo buena vida, pero es que la vida misma nos fue llevando por distintos caminos. Si nos cruzamos por ahí, como a veces ha pasado, podemos darnos un abrazo y hablar, pero mas allá de eso… Además, la amistad es una cosa seria, como alguna vez me decía Moris, en un alto de la grabación de mi primer CD, en los estudios de Nebbia, allá por 1996.

Quiénes me conocen bien, saben de qué hablo. Y saben también, o debería saber, claramente porqué canto. Pero además, yo no tengo ya pretensiones de reconocimiento. Ni siquiera eso, mire Ud. Me alcanza con poder mirar a mis hijos a la cara, aunque a veces no me entiendan, y poder decirles: soy lo que siempre he querido ser, o al menos, lo que he podido ser, dignamente. No pretendo más que eso. No por ahora, al menos.

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, noviembre de 2008.

 

 

0 comentarios