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marioojeda

Tontos devaneos acerca de la vanidad

¿Se tomará alguien el trabajo, alguna vez, de escuchar todas las canciones que he grabado? ¿O todas las crónicas que he escrito? Probablemente no. Es más. Les diría, que estoy seguro: nadie lo hará.

El año pasado edité un libro por mis veinticinco años dando vueltas con la canción. Se lo regalé a mi hija quien, por supuesto, no lo leyó. Ella siempre tiene cosas más urgentes que hacer. Lógico.

Cada uno vive su vida, al fin y al cabo. Pero yo debo seguir escribiendo. Primero, porque sencillamente me hace bien: es como pensar en voz alta.

Segundo, y tal vez más importante aún, porque siempre rechacé de pleno la idea de que solamente era un tipo que tocaba la guitarra y escribía canciones. Hay muchos de esos dando vueltas por ahí. Es mas, hay realmente muchos tipos ahí afuera que tocan realmente bien su instrumento: el bajo, la guitarra, el piano, lo que sea. También hay mucha gente que escribe canciones piolas – que piolas, lo vuelvo a aclarar una vez más, no significa escribir canciones “lindas”: hay muchas canciones lindas dando vueltas que no dicen nada, al fin y al cabo. Y siempre me molestó también, sobremanera, la tibieza, la hibrides. Odio la gente apática, esos que viven la vida dando vueltas sin mojarse, sin comprometerse, sin pasión. Esos que no fuman, no beben una copa de vino de vez en cuando, los que comen la comida sin sal. Me faltaría decir, esos que cogen con mantel y servilleta, ¿porqué no se van a cagar? Están ahí, viviendo casi de prestado, sin proyectos, sin sueños, sin ilusiones, ¿cómo se puede vivir así? Ojo, no digo que todo el mundo debería tener pretensiones de artistas: bastante hay de esos ya.

No, me refiero a vivir con intensidad, abrazar y decirle te quiero de vez en cuando a la gente que uno quiere, abrazarlos, llamarlos por teléfono, escribirles un mail, mandarles una carta -¿se acuerdan la emoción que te daba el recibir una carta, aunque mas no sea una postal? ¡A mi me encantaba abrir el buzón y encontrarme adentro un sobre! Esa parece ser hoy una emoción perdida-

No sé, a veces pienso también que suelo ser bastante reiterativo en todo lo que hago. Es probable. Es más. Debo ser bastante aburrido, sinceramente. Como el poema de Tuñón: “Juancito caminador, que nada se toma en serio, nada, excepto la canción…”

Pero suelo decir que le tengo un enorme respeto a la canción. He pagado un precio alto por ir detrás de ella, pero no me arrepiento: lo poco o mucho que conozco del mundo, lo conozco por ella. Lo poco o mucho que puedo jactarme de conocer “alguito” a la gente, como decimos en mis pagos, es por la canción. Y conozco a unos cuántos, debo decir. Lo más notorio es que conozco a muchos que, en algún momento, “querían ser”. Y hoy “que son algo”, pasan de mí como si nunca me hubieran tratado. No todos, justo es decirlo. Pero sí unos cuántos que, se imaginan, su actitud no me deja dormir.

No. Lo siento. Duermo plácidamente. Por mí se van a cagar, lo digo claramente otra vez. Allá ellos con su conciencia, y sus andares.

Ojalá tengan buena vida. Ojalá nunca necesiten de nadie tampoco. Prefiero no cruzarlos, en realidad.

Estoy muy conforme con la vida que llevo. Es altamente improbable que alguna vez tenga el reconocimiento masivo que me permita vivir exclusivamente de la canción, o de las cosas que escribo.

Igual, no me importa. O sí, pero no me toca el ego eso. A veces me gusta pensar que, como la escritora asturiana Corín Tellado, quien escribió novelas durante 56 años, y llegó a ser la escritora española mas leída en el mundo después de Cervantes, aún tengo tiempo para seguir jugando con esto. Que aún puedo tener la oportunidad de jugar en primera.

Ocurre, siempre lo digo y escribo, que este tema del oficio artístico es muy similar al del fútbol. No todos pueden llegar. No todos los que llegan son futbolistas famosos. No todos los futbolistas ganan millones. No todos aseguran su vida, la de sus hijos y hasta las de sus nietos, ganando sueldos obscenos para un trabajado normal, digamos.

Simplemente, no hay espacio para todos.

Lo que me jode no es eso, en realidad. Lo que si me jode es la toma de conciencia de que, quiénes realmente mantienen el sueño vivo, los que mantienen la estructura, digamos, los que le dan de comer a los demás o, mejor dicho, a esos que ganan millones, son los doscientos mil tipos anónimos que juegan al fútbol en equipos de primera B,C, o aficionados. Que son los que mueven el guiso. Los que consumen botines, camisetas, etc., etc. Los que se prenden al televisor, cuyos conductores y productores gana millones con la publicidad, con el argumento, justamente, de que hay miles de tipos que ven o siguen esa trasmisión.

Y ya que cito a los conductores, esos me parecen los peores. Esos que nunca jugaron ni al metegol –al futbolín, le dicen en España-, y ahora los escuchas opinando y dando cátedra.

Lo mismo pasa con los músicos. Viven de la música quince o veinte, pero los que sostienen la estructura son los miles de grupos aficionados que, en vez de cobrar, pagan para tocar. Los que alquilas salas de ensayo, o salas para tocar. Los que viven comprando guitarras, equipos y accesorios. Los que van a conciertos, pagando entradas desmedidas para sus posibilidades, mantenidos por la ilusión de, alguna vez, ser ellos los que estén arriba del escenario, y no perdidos entre la multitud.

Cuando analizo éstas cosas, siempre recuerdo a mi abuelo asturiano quien, cuando alguna vez le comentaba que yo quería estar ahí arriba, se encogía de hombros, sonreía y me decía: “es lo mismo, Marito Luis, es lo mismo…”

Que suave era. Yo hubiera dicho que todo era la misma mierda, al fin y al cabo.

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 12/4/2009

 

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