Blogia
marioojeda

Al son de nadie

Al son de nadie

 

A veces esto de ser maestro ciruela de sordos me hincha un poco las pelotas. Lo digo así, claramente. No sordos por hipoacúsicos, sino por sordera manifiesta y testaruda. Es decir, no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Y me pasa muy seguido, la verdad. ¿Qué tengo yo que andar diciéndole a la gente, a colegas músicos, qué es lo que deben hacer? ¿Quién soy yo para hacerlo? Insisto, al que le quepa el sayo, que se lo ponga. No me estoy justificando. Estoy manifestando mi hastío, nada más.

Por otro lado, también es justo decirlo, y ya lo expliqué otras veces, escribo y analizo éstas cuestiones porque, para bien o para mal, creo ser un tipo racional. Y también porque necesito hacerlo. Me gusta pensar que hay gente que lee éstas crónicas y obtiene de ellas alguna enseñanza, de ahí lo de ser maestro ciruela.

Es curioso. En todas las universidades te enseñan un programa equis y, al acabar, te dan un título que te acredita como licenciado en algo. En esto de ser trovador, por el contrario, no hay ninguna escuela garantida para ello. Bueno, obvio, que cuando uno se recibe de arquitecto, por ejemplo, tampoco tienes garantía de que vas a trabajar de ello. Digamos, te habilitan para, pero el trabajo en sí, es decir, que te paguen por hacerlo, tiene que aprenderlo uno. Como me dijo una vez el Pucho Galasso, mi amigo misionero: “me pasé diez años en la facultad para recibirme, y después tuve que invertir otros diez años en aprender a sacarle dinero a la gente porque, ¿cómo hacés para que un tipo que no es tu amigo, que no te conoce de nada, te entregue dinero a cambio de construirle una casa en dónde, además, el va a tener que vivir?...”

Con el oficio de trovador ocurre mas o menos lo mismo, pero peor. Bueno, en España no tanto, también es justo decirlo. Es decir, a mí personalmente, cada vez es menos la gente que me dice “ah, sos músico… ¡qué bien!, pero… ¿de qué trabajás?...”, como si no fuera suficiente trabajo tener que buscarte la vida tocando la guitarra. Esa definición de trovador que alguna vez me diera el cubano Rafael de la Torre: “Trovador es quien trabaja detrás, pero también, y sobre todo, delante de una guitarra…”, siempre la llevo conmigo. Por creo sinceramente que es real, y dolorosamente cierta.

Más de treinta años ya, dando vueltas con la guitarra y mis sueños a cuestas, y uno nunca termina de asentarse lo suficiente con esto. Es como que siempre estás temblando con que mañana todo se desmoronará, y tendrás otra vez que volver a trabajar de camarero, o de lo que sea, para sobrevivir.

Porque además, están los celos. Ah, los celos… Cuando consigues cosas, siempre hay alguno hablando por detrás, diciendo “pero éste, ¿de qué la va?...” Y uno quiere simplemente que le paguen por tocar la guitarra, por escribir canciones más o menos piolas, y luego salir a cantarlas por ahí. Pero no. Quiénes primero te ponen palos en la rueda son tus propios colegas, aún el que llega tarde a un ensayo, por ejemplo, ese, ya te está jodiendo el trabajo. Porque uno trata de hacerlo seriamente, mire Ud.

Y ensayar es parte del juego. Analizar lo que vas a cantar, lo que vas a decir en cada concierto, el orden de las canciones, todo eso. Saberte de memoria los cambios de acordes y progresiones, y tener preparado un repertorio de, no sé, digamos 15 o 20 canciones a las cuáles recurrir, sin equivocarte, en el caso hipotético de que “te pidan otra”.

Saber conectar un sistema de sonido, y ecualizarlo porque, muchas veces, llegas al lugar de la actuación y si, hay sonido, pero lo acaban de traer del galpón donde debió estar confinado los últimos diez años, y vos, además de quitarle el polvo, debes hacerlo funcionar. O al revés: que no es un equipo tan viejo, incluso a veces es contemporáneo, pero está tan machado, tan golpeado, tan lastimado, con perillas que faltan y cables y conexiones inexistentes, que además, de sonidista, tienes que trabajar de electricista e iluminador. O reparador técnico, con estaño y soldador en mano. ¡Y pensar que yo me fui de casa para tocar la guitarra!

“El hombre propone y Dios dispone”, como dice siempre mi madre. Debe ser cierto nomás.

En fin. Me gustaría saber quién catzo va a leer mis “Cincuenta años en el under”, cuando cumpla los ochenta, si llego. Ji,ji, sobre todo eso: si llego bien.

Hasta otra vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 1/9/2009

 

0 comentarios