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marioojeda

Sobre la vanidad de hacer

Sobre la vanidad de hacer


Confundir vanidad con convicción, es un error muy común. Sobre todo, visto desde afuera. Normalmente, uno empuja, y empuja, y quiere hacer cosas. Digo, quien está convencido de lo que quiere hacer. Me ha pasado muchas veces, y me sigue pasando, en realidad.

Ya lo tomo como algo que es así, y no me mortifico. No más de la cuenta, claro está. Me pasó en Resistencia, mi ciudad natal. Me pasó en Gesell, en Mar del Plata, en Buenos Aires, en cada una de las ciudades donde viví. Uno plantea, simplemente, cosas para hacer. Y suele ocurrir que no te crean. Entonces, uno empieza a hacerlas, muy lentamente al principio, claro. Y luego de unos meses, quizás años, las cosas empiezan a tomar forma. Y ahí empiezan a aparecer los que te dicen “viste que era cuestión de hacerlas, que se podía...” “te lo dije desde un principio...” o “me gustaría trabajar con vos...” Y uno piensa “¿ahora? ¿Qué ya está más de medio camino recorrido?...” Pero, bueno, siempre es mejor que nada.

Este pareciera el destino más común de la gente que hace cosas: tener que enfrentarse a los que nada hacen. Ah, pero siempre están listos para opinar. Para emitir opiniones sobre lo que uno hace, aunque nadie les haya preguntado.

Queda claro una cosa: nadie te pone una pistola en la cabeza para obligarte a hacer nada.

Es cuestión de elección. Uno elige hacer. Lo tragicómico del asunto es que, muchas veces, quiénes no hacen nada, de pronto un día se levantan y hacen algo. Y ese algo que hacen les sale bien, y empiezan a tomar vuelo. A algunos, incluso, les sale realmente bien. Y se ven envueltos en una nube que los lleva adelante, logrando incluso poder vivir de eso que hacen, aunque nunca se lo hayan planteado antes como una opción de vida.

Así son las cosas, así se dan, al fin y al cabo.

Por eso es tan importante tener en claro desde un principio adónde te vas a meter. Que el oficio de artista es “un camino largo y sinuoso”, como cantaban Los Beatles. Que es una lucha de por vida, no un metejón o un delirio de algunos meses. Que a algunos le sale bien, ya está dicho. Hay mil ejemplos que tipos que, por puro aburrimiento, armaron un grupo musical y se volvieron millonarios. O se dedicaron a la pintura y lo mismo.

Aunque sea sólo algunos años, y al cabo de un tiempo ya nadie se acuerda de ellos.

Pero es la ley de juego, parece ser.

De ahí mi viejo interés por racionalizar la cosa, por dejar sentadas pautas que puedan servir a los que vienen detrás, aunque sea para desanimarlos. Dejarles claro las vicisitudes del oficio. Que esto no es un juego de niños, aunque tanto se parezca.

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, abril de 2006.

 

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