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marioojeda

El oficio de productor

El oficio de productor


Terminábamos ayer nomás un concierto en el Teatro Municipal del Zaidín, en Granada, felizmente las mas de 200 personas que asistieron empiezan a respaldar con su presencia una idea que estaba en el germen de esta iniciativa. Varios grupos y solistas de distintos lugares, mostrando su arte en un lugar idóneo, sonido, luces y una cómoda butaca, compartiendo cada uno el público de los demás. Como al pasar, uno de los presentes me dice: “te va bien, loco, ya estás aprendiendo a organizar estas movidas...”

Sonreí, agradeciendo... ¿Cómo decirle que llevo mas de 25 años organizando conciertos? Se dice fácil. Veinticinco años. Pero es lo que me gusta hacer, aunque la mayoría de las veces no nos quede mas que para la cerveza y el bocadillo. El oficio de productor tiene estas cosas. Me pasó en Gesell, en Buenos Aires, en Mar del Plata, lugares todos estos donde viví e hice cosas parecidas. Cuesta el mismo esfuerzo organizar algo en un garito cualquiera, que hacerlo en un pequeño teatro.

Sobre todo, cuando lo haces sin dinero. Que con dinero se hace fácil: hay tanto para el alquiler de la sala, tanto para el sonido, tanto para los artistas participantes, tanto para la publicidad, para la pegatina de carteles, mails de prensa, llamadas telefónicas, y después, sentarse a esperar. Pero claro, sin dinero, ya la cosa se complica: hay que imprimir los carteles, salir a pegarlos, juntar el dinero para todo lo demás que implica, no sólo un esfuerzo previo, sino también una nerviosa espera el día del concierto... ¿vendrá gente? ¿Podremos juntar lo necesario para cubrir todos los gastos? Y eso, claro, sin contar tu trabajo, las llamadas telefónicas, gasolina para el coche, viajes varios, horas de Internet...

Y después, por supuesto, los cuestionamientos del caso: ¿por qué no hiciste esto de tal manera? ¿No deberías haber esto hecho así o asá? ¿Por qué aquel cantó antes que yo? ¿Por qué fulano cantó mas que yo?¿Por qué aquel probó mas tiempo sonido que yo?... Ahhh, los egos artísticos...

Y me pensar que a mí todo esto siempre me importó un comino. Pero, bueno, te queda la satisfacción de saber que ahí vas, desarrollando un camino elegido hace mucho, mucho tiempo. Que con sinsabores y todo, no sólo este, sino todos los caminos elegidos valen la pena. Y que hay que tener una profunda convicción en lo que haces, para no quedarte en el camino. Que sobre todo, se trata de insistir. Que todo siempre es mejorable, claro, pero no porque uno no sepa como hacerlo. Que con el voluntarismo no alcanza, que se trata de “profesionalizarse”, con todo lo que eso implica. Que a veces la prensa te apoya, y ver tu foto en un diario te permite que, por ejemplo, ayer nomás me cruzara con un amigo a tomar un café, durante la prueba de sonido, y la dueña del bar, además de pedir que le autografiara la mentada nota del periódico, “porque me hace mucha ilusión”, no quisiera cobrarme los cafés. “Bueno, pensé: si sabía, me pedía una milanesa con fritas...que acá no hay, claro, ya que no me lo iba a cobrar...”

Pero el germen básico de esta crónica tenía que ver básicamente con el oficio, es decir, no existen aún las “escuelas de producción artística” públicas.

Como carrera universitaria, digo, o al menos, yo no las conozco. Hay carreras empresariales, de comunicación, de marketing, de odontología, de sonido e iluminación, incluso ahora, de “productor de televisión”, pero de productor artístico, no.

Lo cual es una pena, porque, humildemente, después de veinticinco años, algunas materias supongo ya habría aprobado, y tendría un diploma para colgar arriba del váter, o junto al perchero para colgar los abrigos en la entrada del departamento donde vivo, como para impresionar a las visitas.

Aunque al escribir esto, recuerdo e imagino a mi abuelo Guillermo o a mí tía Lilián, quienes, con una sonrisa breve, me dirían: “es todo lo mismo, Marito Luis...”

Y eso es lo que prefiero guardarme en el alma.

Hasta la próxima vez.

 

© Mario Ojeda, Granada, 22/1/2006.

 

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