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marioojeda

Produciendo parte 4

Produciendo parte 4

Bueno, a ver, dediquemosle un tiempo más a esta historia de la producción de un concierto. Meses atrás, me llama por telefono la tecnica de cultura de un ayuntamiento de un pueblo de Córdoba, y me dice: “Oímos hablar de Uds., quería que me pases un presupuesto para organización de un festival de cantautores…” Ok, le dije, cómo no. Te lo paso por mail, detallado y descriminando cada ítem. Así que eso hago: tanto de cachets de músicos, tanto de publicidad, tanto de sonido, tanto de luces, tanto de escenario, tanto de dietas, tanto de alojamiento… Me llama nuevamente y me dice: “Ah, no, nosotros no podemos pagar tanto. La verdad, es que en el presupuesto que teníamos pensado gastar, la idea era que lo usábamos en sonido, escenario, y algo de publicidad, y como estamos muy cerca –nota: muy cerca, son 150 kilómetros-, la idea era que nosotros hacíamos un lunch, como cena, y con eso ya les pagábamos, porque, en verdad, no tenemos más dinero…” Le conteste: “Lo primero que tienes que evaluar, cuando quieres organizar un festival, es saber cuánto dinero tienes para gastar. Lo segundo, es que porcentaje de ese dinero vas a gastar en cachets de artistas y publicidad, y despues todo lo demás, sobre todo, cuánto vas a gastar en publicidad, porque si nadie se entera… Si no tienes suficiente dinero para eso, mejor no hagas nada, porque estas condenada a fracasar…” Volvió a insistir: “No, es que nosotros ya teníamos fijada la fecha, ya hablamos con la gente de la imprenta, que nos va a hacer los carteles; con el sonidista y el iluminador, y no nos queda dinero ni para cachets ni ningún otro gasto…” Ahí, ya colmó mi paciencia, y le dije: “Mira, las cosas no se hacen así. Quizás consigas algunos cantautores que vayan a cantar y a tocar gratis, pero nosotros no trabajamos así. Asi que van a tener que cantar Uds., o que cante el sonidista, o el iluminador, pero nosotros no vamos. Es al reves: primero tienes que tener asegurados los artistas, despues, la publicidad. Despues el alojamiento y las dietas de esos artistas, porque es el artista quien decide si se queda a dormir, o regresa de noche conduciendo 150 kilómetros. Lo mismo que la cena: si quieres hacer un lunch, bárbaro. Pero es el artista quien decide si come ahí o no quiere comer, o si prefiere gastarse todo su cachet en ir a comer al mejor restaurante de tu pueblo. Despues, el gasto de sonido debe estar asegurado y, si te queda presupuesto, resolver el tema de las luces, sino, que canten con un par de focos blancos. Pero no puedes organizar  un festival de música… ¡si no tienes asegurados los músicos!”

Fin de la conversación. Obvio, en esa oportunidad, el concierto al final no se hizo pero, ¿saben que? Muchas veces se hace igual, porque siempre encuentran músicos que van a tocar “por la publicidad, para hacerse conocer”, llevando ellos mismos el sonido –así suena todo despues-, sin unas míseras luces, sin cobrar un solo euro- o peso o dólar, es lo mismo-, y conduciendo al terminar el concierto, tipo una de la mañana o mas tarde aún, los 150 kilómetros de regreso a Granada. Y así nos va.

Cada vez que planteo estos temas, siempre hay algún defensor de pobres, menores y asuentes, que salta y dice: “pero vos no puedes negarle el derecho a tus colegas de tocar gratis si quieren, o por poco dinero, porque ellos tienen que comer, y cada uno se las rebusca como puede…” Es cierto, suelo responder. Por eso estamos como estamos. Porque cada uno se las rebusca como puede y mal. Porque hay mínimos, y nadie debería viajar solo por la carretera de noche, hacerse 150, 200 o más kilómetros, para tocar por 50 euros – y eso sin deducir la gasolina, o las dietas-, con la excusa de darse a conocer, o “porque al menos así vendo algunos discos”. Porque mientras eso siga ocurriendo, siempre van a existir organizadores voluntariosos, que no tienen la menor idea de cómo se organiza nada. Y lo que es peor, ¿saben que? El sonidista cobra, el que hace las luces, tambien. El que imprime los carteles tambien, y los únicos que no cobran – o cobran tarde, mal y nunca-, son los músicos. O aspirantes a tales, porque no puedo llamarlos  “colegas de profesión”, si están dispuestos a tocar gratis o por 50 euros. Miren, yo suelo tocar tambien por 50 euros. Y gratis tambien, si tengo ganas. Pero eso lo hago en un bar de acá, que agarro mi guitarra, la pongo en el asiento de atrás del coche, y voy, me hincho de tapas y cerveza, canto 50 minutos, y despues me pagan eso o nada, que al fin y al cabo está bien, porque que me paguen 50 euros por tocar un rato la guitarra, yo siempre digo que está bien, que cuando trabajaba de camarero, tenía que trabajar 9 o 10 horas para ganar ese mismo dinero. Pero una cosa es trabajar de camarero, y otra cosa es hacerlo de músico. Y, sobre todo, una cosa es cantar en un bar de acá, en mi ciudad, donde vivo, y otra muy distinta es ir conduciendo 150 kilómetros para terminar haciendole el caldo gordo a un político, que cobra mucho mas que yo, y tiene todos los meses un sueldo fijo, y que no tiene la menor idea de nada, ni le interesa tampoco. Y, lo que es peor, tampoco le interesa aprender, ni hacerlo como se debe. Así que conmigo no cuenten para eso…”

Lo dicho. Alguna gente me tiene cierta adversión por plantear estas cuestiones, pero ya noy a cambiar, a mis casi 50 años. Y, aunque no lo parezca, esta es una lección de producción tambien: si uno mismo no se toma en serio, nadie te va a tomar en serio.

Les dejo otro ejemplo, y la corto por hoy. Unos cinco años atrás, yo organizaba conciertos en un teatro muy coqueto de un barrio de Granada, el Zaidín. Me cobraban un alquiler relativamente barato por el sonido, el teatro supuestamente me lo cedían gratis, al cual yo le sumaba impresión y pegatina de carteles de mi bolsillo, y los grupos que querían, a quienes yo iba convocando por turnos, venían por lo que se juntase. La idea era “trabajar en cooperativa: todos pegamos carteles, todos vendemos entradas, pagamos a medias el teatro, y lo que queda, lo repartimos en partes iguales…” Lo dicho: esa era la idea original. Porque, al final, siempre ocurría lo mismo: allá iba “el gran boludo argentino salud” a pegar carteles que había pagado de su bolsillo, con un rollo de cinta adhesiva, a pegar a carteles por las calles de Granada y, muchas veces, como nadie se calentaba en invitar gente o vender entradas para asegurar los costos mínimos, “el gran boludo argentino” otra vez metía la mano en su propio bolsillo para pagarle al sonidista. Pero, a lo que iba: como yo entonces ni siquiera tenía un mísero ordenador, no podía armar el original de los carteles en el Photoshop, y le pedía a un cantautor que me los hiciese en el suyo, dándole previamente, escrito a mano, un modelo de cartel con lo que yo pretendía que dijese. Bien, una de esas veces, le doy el cartelito hecho a mano, con la lista de los grupos que iban a tocar tal día –generalmente, dos grupos y un par de cantautores, que sino, es un despiole-, y me cito con el al otro día en un bar, para que me entregue el original en un CD, con una impresión de muestra. Bárbaro, llego al bar, al rato llega el quía, me da la muestra del cartel, empiezo a leer, todo bien, hasta que llego al costo de la entrada y, para mi sorpresa, había puesto el precio excatamente a la mitad del importe que lo le había escrito. Se lo digo, y el huevo me dice: “No, pero me pareció muy caro, fijate que nosotros por tocar en tal bar, cobramos eso, y vos queres cobrar el doble, la gente no va a ir…” Si serás boludo, le conteste. Una cosa es un bar, donde tocas vos solo, sin sonido, sin luces, y otra cosa un concierto, con sonido, con luces, en un teatro, donde, además, van a tocar dos grupos y dos cantautores. ¡El triple de esto es lo que deberíamos cobrar! Y le dije: “Mientras sigas pensando en chiquito, vas a seguir siendo un artista chiquito. Así que haceme los carteles de vuelta, y no me rompas las bolas…” Me entendió, creo, o me gusta pensar que es así, sino, tendre que pensar que estoy “gastando pólvora en chimangos”, como decimos en Argentina.

Sigo otro día.

 

© Mario Ojeda, Granada, 8/7/2010

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