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marioojeda

Reconociendo situaciones

Reconociendo situaciones

 

La mera aceptación de una realidad, por dura o buena que ésta sea, no alcanza, indudablemente, para cambiarla. Es como tener una deuda con un banco, o un amigo ¿no? Uno puede “reconocerla”, pero otra cosa es “empezar a pagarla”. Si uno va dando dinero a cuenta, aunque sea de a poco, está manifestando “voluntad de pago”. Que no es lo mismo que decir “si, te debo, cuando pueda lo pagaré…”, porque ¡seguramente ese “cuando pueda” no llegará nunca!

Lo mismo ocurre, básicamente, con la realidad en la que uno se desenvuelve. De nada sirve quedarse lamentándose en un rincón. No. Es uno mismo quien debe ocuparse de tratar de cambiar su situación, si no está conforme con ella. Pero, ojo, también si estás conforme debes estar atento, porque, como dicen, lo difícil no es llegar sino mantenerse. Y las cosas cambian todos los días, permanentemente, y uno no debería aflojarse, y pensar que nada va a cambiar su situación, porque no es así. La vida es como una gran rueda de feria: a veces estás arriba, si,  pero muchas veces abajo, y siempre, siempre, queda una vuelta más por dar.

Toda esa gente que vive preocupándose por no tener elementos… ¡dejame de joder! A veces pienso que tienen todo tan resuelto que se preocupan por boludeces, en vez de concentrar sus energías en plantear un proyecto, desarrollarlo, y luego tratar de llevarlo adelante. En el caso de un trovador, por ejemplo, ¿Qué es lo que ese tipo tiene que tener, básicamente, para empezar a desarrollar su tarea? Canciones. Básicamente es eso. Buenas canciones, con un principio, desarrollo y fin. Que sean agradables al oído. Que cuenten una historia. Cantarlas afinado. Eso. Básicamente es eso. Por supuesto, una guitarra al menos tenés que tener, macho. Digamos, para componer, o para tocar en directo, sea un bar, una discoteca o un teatro. Pero no mucho más. Hoy, con cualquier ordenador del montón, y un par de micrófonos, ya tienes lo suficiente como para registrar esas canciones en el disco duro. Escucharlas, corregirte, mejorar, colgarla de distintas páginas webs, conectarte con bares para tratar de conseguir conciertos donde tocarlas en vivo, etc.

Que luego eso te de para comer es otra cosa, muy distinta. Pero eso ya es el oficio de músico, y tendrás que hamacarte para resolver esas cuestiones. Pero siempre y cuando la música, las canciones, estén. Si no hay canciones, no hay nada. Porque al final, lo que queda, siempre, siempre, es la canción. Jim Morrison lleva 40 años muerto, por ejemplo, pero las canciones inmortales que grabó con los Doors se siguen escuchando. Lo mismo Beethoven, Mozart, o quien sea. Como decía Bruce Springteen en un reportaje que le hicieron, hace un año o dos: “Dentro de 50 años, pasará un padre con su hijo por la esquina, señalará esta casa y dirá: allí vivía Bruce Springteen. Quizás. Dentro de 80 o 100 años, nadie se acordará de ello. Pero eso no es lo importante. Ni siquiera que se acuerden de mí. Lo importante es la canción, porque eso es lo queda…”

Además, hay que decirlo también, de una buena vez: cada uno se rasca donde le pica. Nadie anda por la vida preocupándose por cómo la va al vecino. Obviamente, te preocupa el devenir laboral de tus hijos, de tus amigos, de algún familiar. Pero no mucho más. Pasa en todos los órdenes. Además, si uno lo analiza más detenidamente… Pongamos por caso: tus compañeros de la secundaria. Durante cinco años, te viste con ellos todos los santos días, de lunes a viernes. Inclusive, muchas veces, también los fines de semana. En un asado, en una fiesta, en un partido de fútbol, en lo que sea. Parecías inseparable de ellos. Y la verdad es que, una vez finalizada esa época, sólo te sigues viendo con cuatro o cinco. Los amigos de verdad. Del resto, pocas noticias. Y ya sabes que nada vas a poder esperar de ellos… ¿Por qué entonces deberías esperar algo de gente que trataste algún tiempo después? ¿Por qué deberían darte bola? ¿O hacerte un favor? Suena duro, es la verdad, pero es lo que ocurre. Hay mucho ego dando vueltas en el arte, además. Suelen decirme algunos, con los cuales llego más o menos a intimar: “gracias por tu generosidad…” Vale. Lo agradezco. Pero ni siquiera es generosidad. Apenas, un poco de sentido común. ¿Por qué habría yo guardarme datos, contactos, números de teléfono o lo que sea? ¿Acaso voy a estar tocando todos los fines de semana en el mismo bar? ¿Qué pierdo yo pasando un teléfono, una dirección de mail, algún contacto? Ya. Puede llamar la atención, porque pocos lo hacen. Pero a mí em importa un pito. No voy a ser menos por pasar data. O más acaso por guardármela. Cada uno es lo que es. Punto pelota.

Uno tiene que demostar lo que vale cuando se sube a un escenario. Y debe convencer al respetable haciendo lo que sabe. Con lo que tiene. Nada más. Harto estoy de conocer gente que uno escuchó alguna vez en discos, y luego los ves tocar, o te toca compartir un escenario con ellos, y te preguntas, después de escucharlo… ¿pero cómo puede ser? ¿Esto es todo lo que son capaces de hacer? Es como me decía siempre Lalo de los Santos: “lo mejor es no conocerlos, Mario…” Leía hace poco un reportaje a Stevie Vant Sand, el guitarrista de Springteen: el tipo decía lo mismo: “Esto para mí es una religión. Y he conocido cada uno… gente que admiraba, y ahora, después de conocerlos, ni siquiera puedo escucharlos…” Lo mismo decía Hiram Bullock en otro reportaje. No vale la pena. Prefiero guardarme la ilusión.

Allá ellos con sus miserias, esa es la verdad. Ser buen músico no significa que seas buena persona. Y viceversa.

Hay gente que siempre estuvo, y sigue estando. Litto Nebbia, por ejemplo. Por eso lo admiro y respeto. Porque además de tocar, de cantar, de escribir canciones, el tipo siempre hizo lo que se le ocurrió. Equivocado o no. Más acertado algunas veces que otras. Pero siempre está ahí. Es un referente. Como Spinetta, como Moris, como algunos pocos más. Que siguen estando en éste rollo por la música, como decía hace poco Jimmy page en un reportaje que leí suyo: “En el fondo, sigo siendo un fan de la música, de las guitarras, estos es lo que soy, lo que me gusta hacer… No hay ningún misterio en esto”

Coincido con él. Hasta otra vez.

© Mario Ojeda, Granada, 16/2/2011

1 comentario

alberto perez -

mario, qué buen comentario. muy coincidente con lo que pienso. Gracias!