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marioojeda

Acerca de la constancia -feb 2009

Acerca de la constancia -feb 2009

Por mucho que uno se plantee al principio, llevar las cosas de determinada manera, es evidente que el camino mismo termina llevando o arrastrando a uno. O mejor dicho, como esa canción hermosísima de Vicente Feliú: “ahí va el trovador, como un camino…”

Porque en realidad es al revés: uno mismo hace el camino. Y la esencia de todo, la base, es la canción. Es curioso también analizar como las cosas se van dando pero, como lo digo a mi hija que insiste también en ser trovadora, este es un largo, larguísimo viaje. Y es un viaje para siempre. Harto estoy de ver a gente que dice “querer ser cantautor”, o “querer dedicarse a la música”, y algunos años después los encuentras trabajando en un banco, o dedicándose a cualquier otra actividad. Harto respetable, es verdad, pero muy lejos del camino elegido al principio.

Porque, además, y esto es también dolorosamente cierto, según pasan los años, y también según vas viendo cosas que no pensabas llegarías a ver, tu concepción del mismo oficio cambia, sin lugar a dudas.

“Lo mejor es no conocerlos, Mario…”, me dijo Lalo de los Santos alguna vez. Y es así nomás. Los artistas son personas, aunque a veces uno pretende que sean próceres de mármol. Personas, al fin y al cabo, y tienen sus días mejores y peores. Y según el día que los conozcas, pueden decepcionarte o no.

Ocurre que, a veces, como leía hace poco en un reportaje a Stevie Van Zandt, músico de Bruce Springteen, “esto para mí es como una religión. Y no siempre es bueno conocerlos. Me pasó una vez, con 15 o 16 años, yo andaba siempre colándome en los conciertos de distintos músicos, con mi guitarra a cuestas, quería conocerlos a todos. Una vez entré al camerino de Freddie King, y el tipo sacó una pistola, y apuntándome, me dijo, ¡largo de acá, pendejo! Te juro que me decepcionó tanto que no volví a tocar un riff de Freddie King en mi vida…”

Cosas que pasan. La coherencia es, al fin y al cabo, tan humana como la contradicción. Así y todo, da gusto ver como las cosas a veces se te van dando, y uno termina encontrándose, o reencontrándose, con gente que alguno vez te cerró la puerta en la cara, o no respondió a tus llamados, y ahora te abre las puertas de su casa. Está bueno eso. Es una revalorización, una reafirmación de que podías, de que tenías con qué. De que en la vida, como cantaba Nebbia en “Yo no permito”, para lograr algo hay que insistir.

Y es común encontrarte con pibes que recién están empezando a salir a tocar, a hacer sus primeros pinitos en éste oficio, y conversando con ellos te dicen: “bueno, me tomé un respiro en la facultad, voy a dedicarme a esto un par de años, sino sale nada, luego retomaré los estudios y ya no voy a tocar mas…” ¡Pero es al revés!, le dices. Termina tu carrera, cuelga el título si quieres, y luego dedícate a esto. Pero dedícate por entero, y a sabiendas de que es una carrera de fondo, no un sprint de velocidad. Porque a veces, se tiene suerte. Y las cosas salen enseguida. Pero a otros las cosas no han tomado 20 años de nuestra vida en salir, o a veces ni siquiera salen, y no por eso vas a resignarte, o a echarle la culpa de tus males a la música. No. Que la música no tiene la culpa. Cualquiera puede tener la música como un hobby, tocar la guitarra, el piano, o e violín, por ejemplo, y usar como antiestresante, por placer, en tus ratos libres.

Pero eso es algo muy distinto a pretender profesionalizarte en éste oficio. Y vivir de la música, exclusivamente, eso es mucho más difícil todavía. Es como con los jugadores de fútbol, y siempre me agrada hacer ésta analogía. ¿Cuántos buenos, buenísimos jugadores de fútbol debutan alguna vez en primera, y al no conseguir un contrato interesante, terminan dedicándose a otra cosa? Lo bueno del arte es que uno mejora con el tiempo. Y tienes, a la larga, ciertas posibilidades de mejorar. Cosa que no le ocurre a un futbolista: su carrera son 10, 15 años a lo sumo. Después, ya no tienes edad para jugar a nivel profesional.

Con la música no ocurre así. Puedes ser famoso y millonario a los veinte y pico, o a los treinta, por poner un ejemplo, y diez años después ser otra vez un músico anónimo, y sin demasiado trabajo.

Pero también puede ocurrir al revés: que vayas elaborando una carrera pausada, de menor a mayor, donde cada cosa que vayas consiguiendo esté sustentada realmente, y que, cuando te empiecen a llamar, sepas ya perfectamente adónde vas. Pero, por sobre todo, adónde y de qué manera quieres ir.

Que eso a veces es lo más difícil de descubrir. Saber adónde, y de que manera quieres ir. Porque ser, ya eres, y vas a seguir siéndolo, aunque sigas siendo anónimo.

Porque si te toca llegar, cuando llegas, descubres que lo difícil no era llegar, sino mantenerse, aunque suene a frase hecha. Y allá vamos.

Próximo parada del viaje: La Habana, Cuba, a cantar con varios de los fundadores de la Nueva Trova Cubana. E invitado por ellos, lo que no es poco decir.

Los tendré al tanto de cómo sigue el viaje.

Hasta la próxima vez.

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