Blogia
marioojeda

Acerca de los objetivos

Acerca de los objetivos

Acercarse a determinadas situaciones para analizarlas, suele ser un tarea ardua y, en la mayoría de los casos, inexacta. Sencillamente porque, como en el truco, es fácil ver la partida con las cartas ya jugadas, expuestas sobre la mesa, pero no antes, en el desarrollo del juego. Siempre se ve más fácil desde afuera. Y las cosas no son así.

Por otro lado, tiene que ver con el hacia dónde quiere uno llevar las cosas porque, se sabe, hay mucha gente que no quiere llevarlas a ningún lado. Las hace, simplemente, sin importar demasiado adónde va. Ni qué pretende lograr con aquello que hace.

Esto está muy bien para quien hace música por hobby, por ejemplo, para pasar el rato, o encontrarse con amigos a beber algo en cualquier bar.

Pero no para quien aspira a desarrollar un oficio, a profesionalizarse en éste juego de escribir canciones, y luego salir a cantarlas por ahí. A vivir de la canción, digamos.

A veces yo mismo me siento un energúmeno, tratando de racionalizar cosas que a nadie interesa, excepto a algunos “frekies” de la poesía o la canción.

Pero siento también que alguien tiene que hacerlo, por eso lo hago.

Desde un punto de vista, por ejemplo, quiénes (por esas cosas de la vida), han logrado un reconocimiento temprano de su arte, suelen no prestarle demasiado atención a los problemas que un aspirante a músico profesional tiene en su camino. Por eso es común que la mayoría de los artistas “consagrados” suelan no mezclarse demasiado con aquellos que recién empieza. “Allá ellos y sus miserias”, pensarán.

Dicho de otro modo, cada uno se rasca donde le pica. Y esto es válido para cualquier gremio u oficio. Para la vida misma, en suma.

Pero, ¿y los demás? ¿Qué queda para los tipos que llevan –llevamos- 20 o 30 años bregando por un mínimo reconocimiento, que nos permita al menos sobrevivir mínimamente de la canción? A nadie le importa si se sufre o no. Nadie se detiene a valorar el esfuerzo (y el riesgo gigante al ridículo), que implica dar un CD con nuestras canciones a cualquier productor o periodista radial, por ejemplo, y exponernos a un “detallado y sincero análisis de nuestras capacidades”, algo que a través de los años escuché innumerables veces de boca de gente que ni siquiera sabe afinar una guitarra. Nadie analiza el riesgo de subirse a cualquier escenario, y cantarle a la gente canciones que escribimos con el corazón o la ira, la mayoría de las veces, y exponernos al aplauso o a la risa.

Con las grabaciones, por ejemplo, pasa eso: viene alguien y te dice, por ejemplo: “Che, escuché tu CD –antes era una cinta de casette, pero es lo mismo-, y está bien, pero…bueno, las guitarras podrían sonar mas gordas. El bajo está bien, si, pero… podría sonar mas ajustado. ¿Escuchaste el último disco de, no sé, Eric Clapton? ¡Ahí sí suena bien el bajo!... Y en algunos temas te vendría bien poner un piano acústico, porque piden eso, quizá algunas cuerdas…” Claro, piensa uno, “y grabarlo en Abbey Road con la producción de Niel Godrich, el de Coldplay, el bajo de Nathan East, y la Filarmónica de Londres, ¿no te jode?...”

Porque lo que nadie (o muy pocos) se detiene a analizar es que vos grabaste humildemente las canciones en tus (pocos) ratos libres, con un ordenador cualquiera, en una habitación minúscula, con los dedos yertos de frío, porque ni siquiera tienes una estufa para calentarte, grabando guitarras acústicas por líneas, etc., etc., en vez de hacerlo en un estudio decente, con un baterista de verdad, insonorizado, con tiempo para grabarte, escucharte, y corregir los errores que podrías cometer, y una larga lista de necesidades mínimas de las cuales no se suele disponer.

Ojo, no me quejo. En el fondo, me importa un comino. Analizo una situación, simplemente. Si me hubiera quedado a esperar a tener las cosas necesarias para hacer un trabajo digno, todavía estaría tocando en Resistencia, tres o cuatro veces al año, tratando de ahorrar duramente algún dinero para comprarme una guitarra que al menos afinara.

Porque uno sale a cantar, insisto, las canciones que escribió y luego grabó en una habitación, sin más pretensión que exponerlas, en principio, a las burlas o los elogios de los demás.

El oficio se descubre luego. Generalmente, lejos de tu ciudad, de tu tierra, de tu gente, de tus amigos. Muy pocos tienen la suerte (y yo creo haberla tenido), de saber claramente a los diecisiete, dieciocho años, que era esto lo que quería hacer. Que era esto a lo cual iba a dedicarle mi vida. Y no me arrepiento para nada.

Pero sigo encontrándome, tantos años después, todavía con gente que no lo entiende. Con gente que te dice: “ah, que bien. Así que escribes canciones y luego las cantas pero, ¿de qué vivís? ¿En que trabajas?...”, como si esto no conllevara un arduo trabajo.

Hace unos veinte días, por ejemplo, fuimos con Juan Trova, un trovador amigo, a ofrecer un concierto a Aldeire, una localidad distante a setenta kilómetros de Granada. Después de la actuación, vino una señora del público a saludarnos, a felicitarnos, y entre las cosas que dijo, agregó: “¿Pero cómo hacen para acordarse las letras de todas las canciones?...” Y Juan, con una sonrisa en la boca, le respondió: “Porque es nuestro trabajo, señora, por eso. Porque lo que menos podemos hacer, además de tratar de cantar afinados y no equivocarnos los acordes, es acordarnos las letras de nuestras canciones…”

Así pasa con todo en la vida, ¿saben? Si cada uno tratase simplemente de hacer bien su trabajo, sin molestar a los demás, antes, al contrario, tratando cada uno de hacer su trabajo bien y rápido, seguramente éste sería un mundo mucho mas agradable para vivir, que de eso se trata.

Porque no deberíamos dejar que el árbol nos impida ver el bosque. Porque obtener resultados económicos con esto del arte, implica varios años. Porque aunque a algunos les toque la lotería, aunque juguemos todos, es muchísimo mas larga la lista de gente a quién no le toca. Y deben seguir trabajando para comer, que es lo que nosotros también hacemos.

Porque a veces das conciertos fantásticos donde no te queda un duro, una vez que descuentas los gastos, y otras veces cobras una pasta por cantar media hora para algún acto político-cultural, con buen sonido, luces y toda la pelota.

Y al otro día otra vez tienes que volver a trabajar, porque los conciertos no salen solos, porque sino te estás moviendo y mostrando, y ofreciendo permanentemente, nadie te vuelve a llamar. Porque siempre hay gente dispuesta a cantar gratis, por divertimento, y a los dueños de los bares lo único que le interesa es vender cerveza, no que quien actúe en su local lo haga profesionalmente. Y a los políticos menos, ya se sabe que para ellos (en su gran mayoría), los actos culturales o artísticos son la exacta posibilidad de comerse unos canapés y sacarse algunas fotos con gente llamativa, que les pueda dar algo de prensa al otro día. Por eso, cuanto mas famosos, mejor. Aunque contratarlos implique, generalmente, gastarse un pastón y no quedarse con dinero suficiente para seguir programando actividades culturales para esa misma gente que los votó el resto del año.

Pero con eso les alcanza, parece que ya han cumplido. Y no, que no solo de pan vive el hombre.

Pero esto ya es motivo de otra crónica. Hasta la próxima.

0 comentarios