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marioojeda

De torceduras y caídas

De torceduras y caídas

Debe haber mil formas de caerse, ¿no? Quiero decir, los que tenemos una cierta edad, ya sabemos perfectamente a ésta altura lo que es caerse y darse un buen revolcón. En realidad, nos levantamos y seguimos porque no queda otra, no porque siempre tengamos ganas de seguir.

Viene esto a cuenta de ésta historia del arte, de la música, la creatividad y las bolas de cambicha. Da lo mismo. A nadie le importa. Los que escriben, se piensan que todos son escritores, y que todos sienten –sentimos-, el mismo placer al abrir un libro nuevo por la primera hoja, y poder oler claramente la tinta impresa, por ejemplo. Pero… no. A los demás no les ocurre.

Los poetas, en cambio, piensan, sienten y creen que todo bicho viviente siente el mismo regusto, mezcla de pavor y placer, al mirar el folio en blanco, y pretende escribir, sea una novela, un poema, lo que fuera. Y… no, va a ser que no, como dicen por acá.

¿Los músicos? Más de lo mismo. ¿A quién le importa si has tenido que vender tu coche para comprarte un saxo, por ejemplo? ¿O un buen  kit de guitarra, pedalera y amplificador? ¿Un buen teclado, acaso? Lamento desilucionarlos… pero no. Insisto y quiero dejarlo claro: a nadie le importa.

En realidad, debería ser necesario con que le alcanzase a uno mismo, pero claro… se supone que el arte es comunicaicón, que uno ahce cosas para la gente. Sino, es casi, casi como masturbarse. Como esos grupos que se arman, se pasan dos o tres años ensayando, y nunca salen a tocar… ¿para que tanto ensayo entonces? ¿Qué están buscando en realidad? ¿La perfección? ¿El nirvana? Tanto ensayar, y después nunca tocan, porque, se sabe, casi no hay lugares donde tocar. Y cuando los encuentras, es para tocar… ¡gratis! Porque resulta que los dueños de los bares no pagan.  Bueno, ya no pagan. Antes si. En España y en Argentina. Pero ya no.

En USA si, por ejemplo. El sindicato de músicos es una cosa tan seria, tan fuerte que, en primer lugar, no puedes siquiera plantearte salir a tocar, si no estás afiliado. Punto uno. Pero, despues, están los beneficios. Por ejemplo, un bar no puede abrir sino tiene alguien tocando en directo tantos días a la semana. Es más, según los metros cuadrados, debe ser un dúo, un trío, un cuarteto, lo que corresponda. Sino tiene música en directo, sencillamente, no le dan la habilitación para abrir el bar. Y una vez concedida, el bar en cuestión, es periódicamente visitado por inspectores del sindicato, para ver que se cumplan la cantidad de actuaciones semanales pautadas, que los camerinos estén limpios –si, también debe haber camerinos-, que los músicos estén asegurados y dados de alta en la seguridad social, ¡que el pago sea puntual después de cada actuación!, y cosas como esas. Ciencia ficción, para la realidad española o argentina.

Acá, mientras tanto –y ahora hablo exclusivamente de España, porque llevo viviendo ocho años en Granada, y saliendo a tocar por todos lados-, ni siquiera puedes exigir a los ayuntamientos que te paguen inmediatamente después –antes sería lo lógico- de tocar. Sencillamente pasan de eso, aún con un contrato firmado de por medio. ¿Camerinos? ¿Cátering? Esas son cuestiones sin importancia… ¡si a veces ni siquiera te ponen agua en el escenario!, y son los propios músicos –uno mismo, bah-, quien debe salir a comprar botellines. Y así con todo. Los bares –algunos- pagan después del show. Pero son los menos. La mayoría, sencillamente te dice: “Vos ocupate de poner a algún maigo tuyo en la entrada, para cobrarle a la gente que venga una consumición mínima, y esa es vuestra paga. Lo de barra es para mí…” Con lo cual, sino viene nadie a tu concierto –normalmente, porque el dueño del bar no ahce absolutamente nada por difundir el concierto-, no ves un duro. Lo digo en argentino: no ves un mango. Cargaste los equipos hasta allí, media hora dando vueltas para aparcar, o estacionando en doble fila, balizas puestas, arriesgándote a una multa de tráfico, para poder descargar los equipos, etc. ¡Y despues no cobras! Maravilloso.

Como siempre digo: esta es la historia real, la verdadera. No la que te cuentan por las revistas o internet. ¿De qué diablos te sirve salir en revistas de música independiente, por ejemplo, y ser anunciado como “grupo revelación”, si cuando llega el día del concierto van sólo 30 o 40 personas a verte? Y eso incluyendo a los amigos, el sonidista, el dueño del bar o de la sala, la novia del dueño, los camareros y demás… O sea, “solamente los que triunfan son creíbles”, como digo siempre. La historia la escriben ellos… pero nadie cuenta la historia de los demás. Los grupos anónimos que pasan ocho, diez años tocando por las rutas y pueblos españoles, pagando alquiler de salas para tocar, alquilando salas de ensayo, comprando instrumentos, equipos de sonido, alquilando camionetas para trasladarse de un lugar a otro, autofinanciándose sus ediciones discográficas, que después terminan vendiendo a sus amigos, etc. Y luego, llega el “concierto despedida”, lógicamente. Diez años de insistir, de empujar, de bregar por hacer un trabajo digno y aspirando a vivir de ello, para luego… alpiste, corazón. Si no has triunfado, olvídalo. Con el agravante que, antes, al menos, tenías la mínima posiblidad de ser descubierto por algún productor discográfico, que te conseguía un contrato de grabación y edición, y tenías un disco en la calle. Pero un disco en la calle en serio, con pautado radial, carteles, promoción en revistas, entrevistas radiales, televisivas, etc. Un trabajo promocional profesional, a mediano o largo plazo. Ahora ya no. Eso no ocurre más. Quien piense lo contrario, perdió de vista el paso del tren.

Nadie invierte nada en nadie. Ni siquiera tiempo. Peor aún, si por esas casualidades (o “causalidades”, si rascamos un poco las capas de la cebolla), tienes la suerte de ser editado por alguna discográfica –apúrate, porque en diez años, si esto sigue así, no va a quedar ninguna o casi ninguna- , resulta que te dan seis meses de cancha nominal. Es decir: tienes seis meses, quizás menos, para que la gente te conozca, se enamore de tu vozy tus canciones, te hagan notas en la tele o en la radio, aparezcas en programas del corazón, puedas inventarte tres o cuatro romances con las estrellas televisivas de turno… y ya está. Si haciendo todo eso y así y todo, en seis meses a lo sumo, no alcanzas un reconocimiento popular masivo… mejor dedicate a otra cosa, amigo, ya pasó tu tren y no lo pillaste. Es así de duro. Es así de sencillo.

Por cada Jorge Drexler, por dar un ejemplo, que logra cierto reconocimiento popular –y aún contando con la adoración de la prensa, y no olvidemos que un tal Joaquín Sabina lo apadrinó sus primeros años en España-, la verdad es que, insisto, por cada Drexler conocido, hay cientos de Drexler anónimos que no conoce nadie. O si, pero en pequeñas dimensiones. Los que están en el ajo, digamos. Los frekies de la música indie, de la canción de autor, o lo que fuera. Más allá de eso, no hay nada.

Y vuelvo a insistir con esto: no es que no haya nada. Hay, claro que hay, y hay muchos. Pero no son profesionales de la música. Y no porque no quieran, sino porque no pueden. Porque no les alcanza. Porque no pueden vivir del oficio dando un concierto por mes, dos a lo sumo. Porque no puedes profesionalizarte, si haces una gira de diez conciertos, por otras tantas ciudades españolas, y resulta que, al terminar, cuando cuentas el dinero, aún tienes que poner algo para pagar los costos de la gira. O salís hecho, ni ganas ni pierdes. ¿Cómo puedes aspirar a vivir del arte así?

Y otro si digo: quiénes dicen “vivir” de la música –en realidad, deberían decir “sobrevivivir”-, lo que realmente haces es vivir de la docencia, que no es lo mismo. Porque presentarte a oposiciones para ser profesor de música en un conservatorio o en un colegio, seguramente puede darte seguridad económica. Y está bien que así sea, no estoy criticando eso. ¡Pero no están viviendo de la música! Viven de la docencia, que es lo mismo que decir, “viven de otra cosa”.

Y es así nomás. No es que se mala la verdad, lo que no tiene es remedio, como cantaba Serrat.

Hasta otra.

© Mario Ojeda, Granada, 3/2/2011

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