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marioojeda

Filosofía barata

Filosofía barata

Como charlaba días atrás con un amigo, también músico él: “el asunto pasa por saber que harías en el hipotético caso de que ganaras la lotería…” Yo sé perfectamente que haría, dijo él: “me pondría un bar musical, para darle trabajo a tantos músicos, y además, tocar yo, claro…” Mirá vos, le dije: “Si yo ganara, cosa bastante improbable porque no juego, mandaría todo a la concha de la lora. Me dedicaría a producir conciertos de gente que me gustase a mi, nada más. Siempre pensando en ganar dinero, asi de sencillo…” Pero, ¿y tus sueños?, me preguntó él, extrañado. “Siguen estando ahí”, le respondí. “Pero como a nadie le importan mis sueños ahora, ni hace 20, o 30 años, pues a mí tampoco me va a importar nada después. Te digo más: los sueños de los demás, tampoco me importan ahora. Ni los míos…” ¡Uf!, me dijo: ¡que optimista estás hoy! Sonreí, y le dije: “Mirá, un optimista, no es más que un pesimista resignado. Eso es lo que yo soy, ni más ni menos. No me estoy quejando. Siempre traté de ver las cosas con cierta perspectiva. Cada uno de los tipos con los cuáles traté los últimos 30 años, acabo de darme cuenta que sólo pensaban en ellos. Es decir, cada uno se rascaba donde le picaba. ¿Por qué voy a preocuparme yo por ellos ahora? En todo caso, lo haría por gente más joven, a quien pudiera tirarle un cable, si, pero hasta ahí. Porque, además, ¿de que sirve? Mirá, hace 30 años, uno grababa un casetito, y con eso y una carpetita con fotocopias de sus reportajes, o notas de prensa, o algo así, te recorrías los bares, y siempre conseguías algún lugar en donde te pagaban por tocar. Poco, pero al menos te pagaban. Eso no funciona más así. Lo mismo con las discográficas: las recorrías, y siempre existía la posibilidad - o tenías la esperanza, al menos-, que alguna pudiera ofrecerte un contrato de grabación. En esa época, tener un disco era, sencillamente, la diferencia entre tener difusión o no, trabajar profesionalmente o no. Hoy, eso tampoco ocurre más así: cualquiera puede grabarse un disco en su casa, y luego editarlo. El cuentapropismo reducido a su máxima expresión, digamos. Y todos andan dando vueltas con sus disquitos, pero nadie tiene una buena distribución –cosa que, además, es al cohete porque nadie compra discos-. Y mucho menos una promoción, porque eso cuesta dinero. Entonces, los que suenan en las radios son siempre los mismos…”

Mi amigo se quedó callado, pensando. Y antes de dejarle hablar, seguí con mi filosofía barata un poco más: “Te doy otros ejemplos para que entiendas lo que quiero decir. ¿Sabes quien es Spinetta?, le pregunté. ¡Claro!, respondió. Es un maestro… Bueno, mirá, Shakira nació en 1977.  Es decir, cumplió 20 años en 1997, y Spinetta lleva ya casi 40 años siendo quien es porque, además, Luis tuvo la suerte de grabar y ser editado por la RCA allá por 1970. ¡Y encima pegaron “Muchacha”, entre otras canciones! Es decir que, para el gremio discográfico, digamos, Spinetta es Spinetta desde hace un montón de tiempo. Sin embargo, Shakira es, con mucho, más popular que él. Es más: ¡su hijo con los Illa Kuyaki & Valderramas fue más popular que él! Por eso Luis, más allá de alguna rara ocasión en la cual toca en algún festival o algo así, suele tocar en reductos más bien reducidos. Bueno, ¡al menos puede tocar y vivir de eso! Pero, la pregunta es: ¿y los demás? Si esa especie de “anonimato” alcanza a Luis, ¿Qué queda para el resto? E insisto: no me estoy quejando, man. Estoy tratando de ser racional, analítico, digamos. Entonces, si yo me ganara la lotería, que es el caso hipotético que estamos plantendo, no se me ocurriría invertir dinero en “hacerme conocer” en Argentina. Bah, ni siquiera lo intentaría en Buenos Aires. Digamos, yo vivo en España. A lo sumo, me aseguraría de afianzar mi trabajo musical acá, que es donde resido. Sería muy tonto de mi parte, por mucho dinero que tuviera, de gastarlo tratando de cambiar el curso de las cosas, es decir, esos monopolios económicos o de intereses mediáticos, para los cuáles, si no sos parte de ellos, estás enfrente, o no existís, directamente. Y esa es la razón por la cual, en Argentina –y en menor medida en España, pero también pasa acá, ojo-, los que tocan en los grandes festivales, los que salen en las revistas, los que tocan en la televisión, los que suenan en las radios, etc., son siempre los mismos. Porque son los 8 o 10 grupos que están dentro del sistema. El resto, los cientos o miles restantes, son los giles que mantienen funcionando el sistema, para decirlo en argentino. Son los que compran guitarras, equipos, los que mantienen las casa de música, los que alquilan salas para ensayar o tocar, los que compran entradas carísimas para ver grupos que los cuatro empresarios de siempre traen de afuera –o de adentro, que es lo mismo-. Los que se fagocitan y dejan la vida manteniendo un grupo diez o doce años, sin poder sacar la cabeza a flote, malviviendo para después ofrecer algún “concierto de despedida” y, si pueden, grabar en CD o DVD para la posteridad –cosa que a nadie importa tampoco, excepto a familiares y amigos cercanos-. Esos son los que mantienen el sistema, pero… ¿qué tiene eso que ver con el oficio de? Poco y nada, en verdad. El arte es una cosa, la subsistencia otra, obviamente. Es decir, podés hacer arte por placer, claro está, pero no era eso de lo que estábamos hablando, ¿no?…

Mi amigo, a ésta altura, me miraba serio y ya preocupado, volvió a insistir: “Pero, entonces, ¿no hay salida?...” ¡Nada que ver!, respondí sonriendo. Como decía cierta vez Pete Townshed, el guitarrista de The Who: el negocio de la música es una torta muy grande para repartir. Se trata, sencillamente, de que puedas encontrar el espacio para decir tus cosas. Que puedas vivir de ello, es otro cantar. Pero eso no quiere decir que no puedas o no debas intentarlo. Y además, ¿quién te quita lo bailado? Pero, eso sí, lo que no puedes, o lo que no deberías hacer, mejor dicho, es apostar todas tus fichas a un solo número. Quemar todas tus cartas en una sola noche. Aspirar a vivir de la música es una cosa. Puedes dar clases, trabajar de sesionista, tocar con uno, con otro. Pero eso es una cosa. Vivir exclusivamente de la música que vos hacés… bueno, eso ya es algo muy distinto. Y muy, pero muy azaroso en los tiempos actuales…

En cualquier caso, si gano la lotería, seguiré escribiendo. Que de mí no se van a librar tan fácilmente.

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